En zonas como Santa Fe, la Condesa o Cancún, esta coexistencia se vuelve habitual. Inmuebles ocupados por propietarios, rentados a largo plazo o usados como alojamiento de corta estancia, comparten elevadores, estacionamientos, jardines y normas.
El fenómeno, cada vez más extendido, genera fricciones, pero también oportunidades de negocio y ajustes legales para mediar entre los distintos intereses.
Una convivencia no siempre sencilla
Desarrolladora del Parque, que ha entregado más de 12,000 unidades habitacionales en México, reconoce que los esquemas de renta de corta estancia ganan presencia en los desarrollos, sobre todo en unidades menores a 70 metros cuadrados.
“Sí hay que aprender a gestionar esos dos mundos. Una buena administración hace toda la diferencia”, dijo Angélica Soria Gutiérrez, líder de Comunidad y Rentas de Up Santa Fe y Agwa Bosques, en Desarrolladora del Parque.
Los conflictos no necesariamente surgen con los inquilinos de paso, sino con los propietarios que manejan sus unidades bajo modelos independientes. El reto no es menor: en condominios con amenidades compartidas un visitante que desconoce el reglamento puede alterar la rutina de los demás.
“Algunos llegan sin saber que no pueden usar el asador o ciertas áreas comunes. Hay edificios que lo prohíben y multan si detectan un uso indebido”, explicó Arturo Rosales, director de Finanzas de Mica.Rent, una plataforma de gestión inmobiliaria.
Ricardo Velázquez, asesor legal especializado en régimen condominal en Querétaro, miembro de Qrondominios, observa de cerca cómo estos esquemas alteran el tejido comunitario.
“El principal problema es el ruido”, dijo, “muchos llegan con la intención de vacacionar y no saben que hay un reglamento. También está la preocupación por la seguridad: no se sabe quién entra, no se hace investigación previa”.
El problema, señaló Velázquez, es que muchos reglamentos internos aún no contemplan la existencia de plataformas como Airbnb.