Uwe Brückner, el diseñador de utopías escenográficas
Uwe Brückner es lo que se podría llamar un realizador de utopías. Desde que en 1995 descubrió la arquitectura escénica a través de la ópera, no ha dejado de experimentar en la creación de ambientes fantásticos, sensoriales y cargados de semánticas narrativas, que se apropian del espacio como soporte de sus mensajes.
Nacido en Alemania e hijo de un empresario camionero, aprendió a manejar a los seis años; antes de los 20 ya había recorrido buena parte de Europa. Mientras estudiaba la universidad jugaba hambol semiprofesional y escalaba en roca. Hoy, con 55 años, dirige el Atelier Brückner, que algunos consideran más que una firma de diseño y arquitectura, una de las agencias de comunicación 4D más vanguardistas de la Unión Europea.
La filosofía de su taller se resume en una simple frase: "La forma sigue al contenido". Pero la conceptualización es un poco más compleja, Brückner lo explica con el vocablo alemán Gesamtkunstwerk, que en español podría interpretarse como 'trabajo de arte total', en donde los contenidos (mensajes) acuden al potencial artístico de disciplinas como la arquitectura, el diseño de interiores y las técnicas escenográficas. "Es la respuesta adecuada a la conducta cambiante de nuestra sociedad de la información".
Lo tangible de la memoria
En 2010, cuando el Centro Europeo para la Investigación Nuclear (CERN por sus siglas en francés) con sede en Ginebra, Suiza, se planteó la realización de un espacio para visitantes acudieron a Brückner para que les ayudara a explicar a la gente común, no sólo de forma accesible, sino 'tangible', temas complejos como el Big Bang y la acelerador de partículas.
El proyecto "superó mis habilidades hasta entonces. Fue muy desafiante platicar con los científicos, encontrar la forma de plasmar el contenido y hacerlo perceptible para la audiencia, empezando porque yo no sabía de qué se trataba el Big Bang".
Cortesía Atelier Bruckner
Brückner ya llevaba ocho años de trabajo con su atelier y había realizado proyectos como el Museo BMW en Múnich, la Casa de la Historia en Sttutgart, el Museo del Automóvil en Shanghái; así como salas de exhibición para ferias de compañías globales como Panasonic, Kodak, Mercedes Benz o Siteco.
"Los clientes para los proyectos más riesgosos los encuentras en las exposiciones". Por su forma de organización suelen ser anticuadas; sin embargo, le han servido como laboratorio de experimentación. "Un espacio escénico tiene que ver con el diálogo entre el lugar y sus objetos sobre la relación del contenido y el receptor, y de la percepción y el efecto de una auténtica experiencia espacial".
Y pone de ejemplo el Centro de visitantes del Parlamento Europeo, en Bruselas, "que hace posible la experiencia de la labor legislativa. Ahí el reto era hacer el contenido accesible en 23 lenguas europeas", señala Brükner.
Cortesía Atelier Bruckner
Otro caso fue el Cyclebowl, un pabellón que realizó para la Expo Hannover 2000, en el que el objetivo era representar los ciclos económicos. Bruckner ideó un tornado artificial que se alzaba sobre tres rampas que abarcaban 1,600 m2.
La estructura cobraba vida usando recursos arquitectónicos, gráficos, fílmicos, lumínicos y sonoros para representar el pasado, el presente y el futuro de la economía para el hombre, la naturaleza y la tecnología. "Se volvió muy famoso, al igual que el Museo BMW o el Parlamentarium", presume.
Aunque este tipo de instalaciones suelen ser efímeras, "la arquitectura escénica puede tener un efecto duradero", dice. Y abunda: si a la arquitectura tradicional se le mide por su funcionalidad o su eficiencia, "a la arquitectura escenográfica se le puede medir con la escala del recuerdo".
Cortesía Atelier Bruckner
Su éxito, explica, "es algo que genéticamente se instala en la mente o el cuerpo, se vuelve parte de quien lo vive, de su espíritu. Lo que define a la arquitectura escénica es que la percibimos como algo infinito".
Megatendencias
El despacho, que lidera junto con su esposa Shirin Frangoul Brückner y sus socios Eberhard Schlag y Britta Nagel, ocupa el segundo piso del edificio B, en un complejo que alberga a empresas creativas, a unos 10 minutos del centro de Sttutgart.
La recepción marca el punto medio de la oficina. En las laterales se distribuyen pequeños espacios, que a manera de taller corresponden a los 25 proyectos activos de la agencia que atienden 54 diseñadores y arquitectos. Planos e impresiones se acumulan sobre mesas largas y cajas de luz en las que el hiperactivo Brückner observa, detalla, hace señalamientos y da indicaciones.
Cortesía Atelier Bruckner
En una pausa, Brückner cuenta a O interiores que descubrió el diseño escénico en 1988, luego de mudarse de Múnich a Stuttgart para trabajar en el Atelier Knut-Lohrer como arquitecto. "Necesitaban a alguien con experiencia en obra y yo la tenía". Su compañero de habitación estudiaba en la Academia de Bellas Artes y lo convenció de explorar el mundo escenográfico.
"Eso cambió mi visión sobre cualquier tipo de diseño. Antes era completamente un arquitecto de edificios. Si se me pedía diseñar y edificar una casa no había problema, pero si se me pedía hacer el escenario para una obra de Shakespeare, que ya se había hecho 1.5 millones de veces, ¿cómo podría lograrlo?".
A partir de 1995 creó escenografías para óperas como Tosca, de Puccini; "en escenarios abiertos hicimos Thaïs, de Massenet, en St. Gallen, Suiza; Don Carlos, de Schiller, en Zúrich; La flauta mágica, en Múnich".
Cortesía Atelier Bruckner
Para 1997 llegó otra clase de reto: la exposición Titanic, en Hamburgo. Brückner creó una experiencia submarina a partir de algunos objetos recolectados del naufragio.
"Fue una fusión perfecta de museo tradicional y diseño escénico. Así el teatro y las estructuras dramáticas contribuyeron a que la muestra fuera una de las más exitosas en Alemania, con 1.5 millones de visitantes".
De entonces a la fecha las técnicas han evolucionado y la arquitectura escénica ha extendido su influencia. "Los contenidos de la arquitectura escénica cada vez son más sociales (...) hay cinco temas que tratar para el futuro: la energía, la religión, la economía sustentable, el transporte, y por último, las nuevas comunidades."
Cortesía Atelier Bruckner
Actualmente Brückner visualiza tres tendencias: La primera es que la humanidad y el medio ambiente ya no están separados, "así que 'la simbiosis' es uno de los discursos para el futuro"; el segundo es que el modelo de las grandes aglomeraciones urbanas ya no tiene futuro.
"La globalización también significa que estamos listos para crear un nuevo tipo de pequeñas sociedades que sean independientes de las fuentes de energía o de los proveedores nacionales".
Cortesía Atelier Bruckner
Y la tercera, dice, es el comportamiento independiente de los individuos en comunidades, "que no necesiten antecedentes nacionales, que se sientan cosmopolitas, que vengan de 20 naciones diferentes y de otros escenarios culturales".
El gran cambio de los últimos 25 o 30 años es que ya no existe nada sin el diseño. Ahora tenemos más opciones y herramientas para expresarnos. Deberíamos alentar a la gente a usarlas, porque eso crearía países con mentalidades abiertas, dejaría atrás los conflictos religiosos o económicos; y generaría un estilo de vida simbiótico".