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Por qué sí al Tren Maya y mucho, mucho más

“El tren” es un ‘hilo conductor’ de un plan de desarrollo regional cuyo propósito no es el simple traslado de personas y mercancías, señala John McCarthy.
vie 02 agosto 2019 11:00 AM

Para cualquiera que haya visitado China en años recientes, queda claro que su modelo económico es uno de inducción económica. Es decir, el Estado desarrolla infraestructura, servicios y urbanización basado en un concepto de que “toda oferta vendrá acompañada su dosis de demanda”; o cómo dicen en el clásico de Hollywood “if you build it, they will come”.

Siguiendo con el modelo chino, el Estado tiene la obligación de ‘adelantarse’ al futuro e ir creando las condiciones necesarias para atender las necesidades presentes y futuras de la población. Se trata de construir ‘nuevos caminos’ y no sólo ‘bachear’ los existentes. Imagínese: China ha construido en los últimos 10 años más kilómetros de ferrocarril que todas las vías existentes en Europa, construidas desde hace ya casi 200 años. A este milagro de infraestructura ferroviaria hay que agregar carreteras, puertos, aeropuertos, nuevas ciudades, presas, termoeléctricas, museos, templos, estadios y demás elementos generadores de calidad de vida.

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Ahora bien, los chinos no se detienen ahí, es más, no se detienen en China. En el 2013 el Presidente Xi Jinping lanzó la Iniciativa “One Belt One Road” (El cinturón y la franja), que pretende virtualmente conectar a China física y políticamente por tierra, aire y mar con buena parte de Asia, África y Europa. Para ello ha etiquetado una inversión superior a los 20,000 millones de dólares al año hasta el 2049 que servirán para construir puertos, ferrocarriles, carreteras y demás infraestructuras necesarias para asegurar el futuro de su población, tanto en abasto de insumos necesarios para alimentar al gran dragón y su industria; y al mismo tiempo los canales necesarios para exportar productos y servicios necesarios para generar divisas, empleo, educación y bienestar para su población y la de los países integrados a la ruta.

Con una visión de largo plazo similar, y con otra escala, el gobierno mexicano con el “Programa de Desarrollo Estabilizador” (1954/1976) tuvo una visión futurista, cuando creó el Infonavit, Fonatur, Fogain, Nafin, Banobras y Bancomext, entre otras instituciones, y posteriormente Proméxico, el Consejo de Promoción Turística. Hasta hace poco prácticamente todas habían sobrevivido, aunque algunas habían mutado.

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La visión era la correcta y el ejemplo al que quisiera referirme es el de Fonatur, que tuvo la habilidad de desarrollar varios centros turísticos, que, como todo en la vida tuvieron diferentes niveles de éxito, pero éxito al fin, y han posicionado a México como potencia turística. El ejemplo que a todos gusta es Cancún, que se construyó contra todos los pronósticos y las peores expectativas en un lugar donde no había nada. Sin duda si lo volviéramos a hacer hoy sería diferente, pero el entonces territorio de Quintana Roo, gracias a Cancún ­–y a la visión de algunos cuantos visionarios– convirtió a esta zona abandonada del país en una de las más ricas del país en sólo 50 años, gracias a este fenómeno que llamamos turismo.

La extensión de costa que inicia en Xolbox y termina el Tulum tiene hoy más de 1,000 hoteles y casi 130,000 cuartos de hotel. Hay una población de casi 1,500,000 habitantes y el PIB per capita es el segundo más alto de la República, seguido de cerca por el municipio de Los Cabos (también promovido y detonado por Fonatur).

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Desde mi perspectiva, el Tren Maya no ha sido comprendido como lo que pretende o debe ser. “El tren” es un ‘hilo conductor’ de un plan de desarrollo regional cuyo propósito no es el simple traslado de personas y mercancías. Más bien es un instrumento que sirve para generar y distribuir mayor riqueza en regiones verdaderamente pobres de nuestro país, en lugares donde tenemos una riqueza cultural y ambiental notable, y que no nos podemos dar el lujo de ignorar cuando todavía existen más de 50 millones de pobres en nuestro país.

México necesita volver a pensar en grande, y debe buscar la forma de anticiparse a las necesidades de sus pobladores con la formulación de proyectos visionarios, factibles de financiar, para construir un México de oportunidades que atraiga talento para pequeños y grandes emprendedores; que capitalice el bono demográfico con empleos bien remunerados, al tiempo que ponemos en valor nuestra cultura milenaria. En síntesis: progreso y calidad de vida en la Península de Yucatán y en todo el País.

Nota del editor: John McCarthy es exdirector de Fonatur, lleva más de 25 años dedicado a la promoción e inversión turística a través de desarrollo inmobiliario. Es socio y cofundador de la consultora Leisure Partners.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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