En plena era de la información y tecnología, México es de los países en los que el fiador o aval sigue siendo requisito común para arrendar un inmueble. Seguramente te lo pidieron cuando aplicaste para tu primer depa y tuviste que pedirle el paro a tu tío rico. Pobres foráneos que no tienen a alguien de confianza con un bien raíz en la ciudad.
Mientras en otros países como Canadá existe un impuesto a la vivienda vacía, aquí hay quien prefiere tener una casa desocupada que arriesgarse a rentarla.
Dicen que la burra no era arisca. Esta desconfianza está fundada en las malas experiencias de algunos propietarios (buenas para sus abogados). Las razones más comunes suelen ser dos:
Primero: si no paga uno, paga el otro. ¿No sería genial que un tercero responda cuando al arrendatario se le atora la carreta? A cualquiera nos puede pasar y el arrendador prefiere asegurar un ingreso fijo ante este posible imprevisto. Pero, además de que esta medida sólo beneficia al dueño, la realidad es que ante la falta de pago, no entra la chequera del fiador en automático.
Es un proceso legal que puede tardar meses y costar más dinero, por lo que lo más común es llegar a un acuerdo entre las partes para desocupar el lugar y dejarlo por la paz.
Esto nos lleva al segundo y más temido escenario: los paracaidistas. Se trata de personas que, aprovechándose de algunas leyes, buscan mantener la posesión de un inmueble sin pagar renta mientras dure el litigio y en algunos casos hasta reclamar la propiedad si es que en 10 años nadie se da cuenta. Todos hemos escuchado que le pasó al primo de un vecino y aunque sí existe, es relativamente sencillo minimizar este riesgo con diferentes instrumentos.