Publicidad
Publicidad

¿Una escuela pública autosustentable? Uruguay la tendrá

FOTOGALERÍA: Un equipo de 140 personas provenientes 30 países, encabezados por Michael Reynolds, creador de la biotectura, levantan un edificio con materiales reciclados.
mar 16 febrero 2016 09:10 AM
Placeholder articulo
Placeholder articulo

Bajo la batuta del arquitecto estadounidense Michael Reynolds, creador de una técnica de construcción ecológica llamada 'biotectura', 140 personas de 30 países construyen una escuela pública autosustentable en Uruguay, que según sus creadores es la primera de su clase en el mundo.

Con la precisión de una orquesta, un grupo de hombres y mujeres levantan en tiempo récord un edificio de 270 metros cuadrados construido con 2,000 neumáticos, 3,000 botellas de vidrio, 1,500 botellas de plástico, 12,000 latas, y otros materiales convencionales como madera, vidrio y cemento.

La escuela se levanta en Jaureguiberry, un pequeño balneario 80 kilómetros al este de Montevideo.

Recomendamos:  Adolescentes levantan muros de PET, unicel y envolturas

"Es una construcción autónoma que se autoabastece de energía, agua y comida", cuenta a la AFP Camilo Valverde, integrante de Tagma, la organización local que ideó y llevó a cabo del proyecto.

El edificio obtendrá su energía a través de 12 paneles solares y juntará el agua de lluvia en 10 tanques de 3,000 litros cada uno.

Publicidad

Los neumáticos, rellenos de arena y pedregullo (grava), además de sustituir los bloques de cemento clásicos, funcionan como aislantes térmicos. "Dentro del edificio habrá entre 20 y 22 grados todo el año", afirma Valverde.

Además, proveerá a los niños de su propia comida a través de una huerta.

Lee también:  Casa Uruguaya, máxima vencedora del Solar Decathlon

La obra comenzó hace 11 días y estará terminada el 29 de febrero, el día que comienzan las clases en Uruguay. Este ritmo vertiginoso de construcción se explica por el trabajo de las 140 personas de 30 países, entre ellos Estados Unidos, España, Canadá, Francia, Italia, Marruecos, Siria y "toda Latinoamérica", dice Valverde.

Con esta técnica, la empresa que dirige Reynolds, Earthship Biotecture, ha levantado edificaciones en sitios como Isla de Pascua (Chile), Ushuaia (Argentina), Nuevo México (Estados Unidos) y Sierra Leona (África).

El nuevo edificio tendrá capacidad para 100 niños, bastante más de los 32 inscritos en la actual escuela de Jaureguiberry, una localidad con una población estable de 500 habitantes.

"Me decían que era un idiota"

La idea de hacer esta escuela nació cuando los integrantes del grupo Tagma vieron el documental Guerrero de la basura, donde se narra la historia de Reynolds.

Lo contactaron hace cinco años y él se mostró receptivo. "Uruguay es un gran país para hacer esto porque tiene visión de futuro", dice Reynolds a la AFP. A sus 70 años, este hombre de larga y canosa cabellera clava maderas trepado al techo, carga baldes con arena y, cada tanto, como un pintor, toma distancia para observar la marcha de su obra.

Recomendamos:  Con botellas de PET, construyen viviendas en Tlaxcala

"Todo el mundo me decía que era un idiota", relata el arquitecto entre risas sobre sus comienzos en la década del 70.

"Tenía 20 años, miré alrededor y supe que las cosas no podían seguir como estaban", comenta. "Inventé una nueva profesión llamada 'biotectura' porque creo que la arquitectura no está haciendo lo que debe por las personas y por el planeta", relata.

Sus modelos, dice, no son sólo aplicables a casas en espacios abiertos, también son realizables en ciudades. "Ahora estamos trabajando en los dibujos de un proyecto en Manhattan", cuenta.

La obra, cuyo valor final estimado es de 450,000 dólares, fue financiada en parte por la empresa de Reynolds y por empresas privadas locales.

El equipo de Reynolds también capacita a los constructores, que son a la vez estudiantes. "Un grupo recibe clase teórica mientras el otro construye. Al día siguiente, cambian", explicó a la AFP Kristen Jacobsen, directora educativa de Earthship Biotecture.

Los estudiantes pagan 2,500 dólares por el curso, de los cuales la mitad se invierten en la obra.

Larisa Toroshenko, canadiense de 29 años, es una de ellos. "Estoy muy impresionada, no solo con lo técnico sino con esta forma de trabajo en comunidad, con cómo observan a las personas y a la naturaleza", dijo a la AFP.

Tags

Arquitectura

Publicidad

Publicidad