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Alejandro Aravena, el cruzado de la arquitectura social

En entrevista con la Revista Obras el año pasado, el ganador del Pritzker 2016 dice que para una familia, la vivienda debe ser la oportunidad de abandonar la pobreza.
mié 13 enero 2016 12:49 PM
Alejandro_Aravena
Alejandro_Aravena - (Foto: Archivo de Obrasweb)

El ganador del Premio Pritzker 2016, Alejandro Aravena, es un referente cuando se trata de la arquitectura escalable, dirigida a dar calidad de vida a grupos marginales a bajo costo.

Entre sus objetivos profesionales está el de transformar los asentamientos habitacionales informales, las llamadas favelas, villas miseria o ciudades perdidas en lugares más habitables: "Se trata de convertir las necesidades sociales en ideas que se puedan llevar a la práctica", dice el arquitecto chileno a la Revista Obras en su edición de mayo 2015.

Nacido en el seno de una familia de clase media, hijo de profesores, durante el proceso para ingresar a la Universidad Católica de Chile obtuvo la matrícula de honor y con ella una beca de 50 por ciento. Aravena suele referir la anécdota de que inscribió como carreras opcionales la danza y la flauta, porque "si no era arquitectura no era nada", recuerda.

Complejo de vivienda Villa Verde, en Chile. Foto: Premio Pritzker/Cortesía.

Su contexto familiar y económico, sumado al de la dictadura, lo formaron en la escasez, así lo ha declarado en diversas ocasiones. En congruencia, ha dicho que su preocupación "es la vida diaria de las personas que lo tienen difícil".

Pero Aravena, quien desde hace una década ya era visto como un revolucionario entre los arquitectos de su generación, no renuncia a la rentabilidad de la vivienda social, pues las personas deben tener un soporte "para hacer las cosas".

Nota: El Pritzker 2016 es para el arquitecto chileno Alejandro Aravena 

 

Su trayectoria

1992. Obtiene el título de
Arquitecto por la Universidad
Católica de Chile.

1992-1993. Realiza estudios
independientes en Teoría de
Arquitectura en el Instituto
Universitario de Arquitectura
de Venecia, Italia.

2001. Funda Elemental,
estudio enfocado en ofrecer
soluciones de vivienda,
espacio público, transporte
e infraestructura.

2002. Es miembro del David
Rockefeller Center for Latin
American Studies Harvad
Unversity.

2008. Recibe el León de Plata
en la XI Bienal de Venecia.

2010. Se convierte en jurado
del Premio Pritzker. Y es
nombrado International
Fellow por el RIBA.

Pero además de la vivienda social, este arquitecto ha recorrido un camino en otros sectores. Como proyectista es autor de obras públicas y privadas, como la Escuela de Arquitectura (2004) y las llamadas Torres Siamesas (2005), ambas de la Universidad Católica de Chile; del edificio deresidencias de la Universidad St. Edward’s, en Austin, Texas, EU, (2008); de edificios corporativos para Novartis, en Shanghái, China (2011); del Children Workshop de Vitra, en Zúrich, Suiza (2009). Y de obras como el Mirador Las Cruces, en Jalisco, México (2010).

En medio de esos proyectos nace su interés por lo social. Mientras era profesor en Harvard (2000-2005), "en un ambiente de alta exigencia", se preguntó: "¿Qué podía aportar yo en ese contexto?".

Complejo viviendero Quinta Monroy, en Iquique, Chile. Foto: Premio Pritzker/Cortesía.

Para Aravena hacerse preguntas es clave, pero advierte que no hay nada más malo que contestar bien una mala pregunta. Pensó entonces que "las reflexiones sobre diseño y construcción en condiciones de escasez eran un rubro poco estudiado". 

Lee también:  Arquitecto chileno dirigirá la Bienal de Venecia 2016

Pensar en el futuro 

"La vivienda social es aquella cuyo costo tiene que ser principalmente absorbido por el Estado, dada la incapacidad del ahorro familiar para pagar por esa vivienda", concibe el arquitecto.

Por ello, explica que el modelo que se busca es "una vivienda a la altura de lo que una familia de clase media es capaz de sustentar".

El arquitecto reconoce que los parámetros dependen del contexto donde se generan. Refiere que en términos generales el estándar europeo es de 80 metros cuadrados por familia, y en América Latina, a causa de la falta de recursos de los Estados para subsidios, se reduce a 30 o 40 metros cuadrados.

"Nuestra solución no es construir una casa completa con la mitad de los recursos, lo cual generaría una vivienda de baja calidad, sino construir sólo la mitad de una casa buena y permitir que la familia construya el resto a lo largo del tiempo", señala.

Cuando Aravena le preguntó a los beneficiarios de los créditos habitacionales qué tipo de vivienda querían, la respuesta unánime fue: una casa individual y familiar, según el modelo clásico.

Así comenzó el desarrollo de sus ideas en economías precarias. En 2001 las llevó a la práctica cuando el gobierno de Chile le pidió recuperar un barrio de asentamientos irregulares llamado Quinta Monroy, en la ciudad de Iquique.

"El desafío fue utilizar las mismas condiciones que ofrece el Estado, con todas sus limitantes, para construir un tipo de vivienda de mayor calidad y que se valorizara con el tiempo", cuenta Aravena, quien tuvo un presupuesto de 7,500 dólares para cada una de las 100 familias.

Interior de una vivienda en complejo Quinta Monroy, en Chile. Foto: Premios Pritzker/Cortesía.

Su respuesta fue un concepto de vivienda social basado en construir sólo lo esencial y dejar 'abierto' el espacio para que cada familia creciera a su manera; "son una especie de casas verticales que aprovechan mejor el espacio y que sus habitantes terminan de construir según sus recursos", explica.

Además tienen la capacidad de incorporar las necesidades y los rasgos culturales de cada comunidad. Esa experiencia se ha replicado con variantes en al menos 15 comunidades de su país y es modelo de reconstrucción urbana en desastres.

También ha llegado a otras naciones, como México: Santa Catarina, Monterrey, Nuevo León. "Aunque en México se contó con más recursos de los que disponemos en Chile, para cada casa había 50,000 dólares y teníamos la infraestructura para realizar lo difícil, lo que permitió una propuesta de mejor nivel”, acota. 

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Un problema social  

Aravena se refiere al proceso de migración en todo el mundo: "Va a estar presente, ya sea que el Estado quiera intervenir o no", por lo que se van a construir viviendas precarias en lugares no deseados, entonces "necesitamos que la vivienda social sea para una familia la oportunidad de abandonar la pobreza".

Para el chileno, la localización es lo que más influye: "Es necesario que la vivienda social se ubique en un buen lugar". Otra solución es hacer lo más costoso de la construcción al principio, como las instalaciones básicas y la estructura, y "dejar lo demás pendiente para que la propia familia lo vaya resolviendo".

 Paradójicamente este arquitecto preocupado por la vivienda, y casado con una arquitecta brasileña, no tiene una casa propia, pues asegura preferir la comodidad de una vivienda cerca de su lugar de trabajo, e invertir el tiempo de traslados en escuchar una canción o en minutos de bicicleta. Eso es calidad de vida, dice.

De ahí su concepción en torno a las urbes: "Las ciudades no son un conjunto de casas, sino de oportunidades, por ello el diseño urbano debe enfocarse en disponer esas oportunidades (tales como educación, salud y empleo) para la mayor parte de los habitantes. 

El desafío de Aravena y de su estudio Elemental, integrado por seis socios y 40 personas, es escalar su modelo de vivienda a ciudades completas. Su primera experiencia fue un encargo oficial: una ciudad modelo en Calama, donde surge la riqueza minera del cobre, el principal producto de exportación de su país, y donde existe uno de los peores estándares en calidad de vida.

Pero los retos de Aravena son muchos. Él es el único latinoamericano que ha formado parte del jurado del Premio Pritzker. Le ha tocado votar para otorgar el mayor galardón de su profesión a arquitectos como Peter Zumthor (2009), Eduardo Souto de Moura (2011), Shigeru Ban (2014) e incluso a Frei Otto (2015), éste último anunciado de forma póstuma en marzo. 

Con esos arquitectos comparte visio nes fundamentales, como la construcción en condiciones precarias, el minimalismo y la atención a las personas como el centro de la obra arquitectónica.

Los 5 básicos de Aravena para la vivienda social 

  1. Tener una buena ubicación.
  1. Construir lo más costoso al principio: las instalaciones básicas y la estructura.
  1. Dejar espacio para que cada familia crezca su vivienda, según sus recursos.
  1. Ser lo más práctico posible, para hacer de la vivienda algo simple y de bajo costo.
  1. En cuanto a estética, aplicar la ley del mínimo esfuerzo. Recurrir a la línea recta.
  1. Pues lo estético es algo que se generará de forma espontánea.

*Este texto se publicó en la edición de mayo de 2015 de la Revista Obras.

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Arquitectura

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