G3 Arquitectos 'usa las manos' de la comunidad para construir
Solo había un rectángulo de paredes de lámina en medio de una superficie árida, en la delegación Epigmenio González, una de las zonas menos favorecidas del municipio de Querétaro, Querétaro.
Al menos así estaba el espacio antes de que el despacho G3 Arquitectos lograra la creación del Centro Comunitario Parque Sombrerete, ahora con muros de concreto, un techo que crea una sombra generosa, pasto alrededor y algunos recubrimientos de madera. Actualmente, en su interior la gente de la comunidad se reúne a bailar, hacer zumba, organiza campamentos de verano y otra serie de actividades recreativas.
Esa intervención es solo una de las que ha realizado el despacho encabezado por Juan Alfonso Garduño Jardón, firma que ocupa la séptima posición del ranking Diez Despachos Generadores de Cambio , de Obras.
Su filosofía consiste en revalorizar lo colectivo y generar oportunidades para lo individual, dice el arquitecto.
Su modelo comienza por identificar, escuchar, intervenir y reconfigurar el poblado. En este proceso lo principal es escuchar la necesidad de la comunidad.
Pero no pueden actuar en todas las zonas; algo fundamental es que la sociedad tenga una alta participación. Es por eso que el despacho cuenta con un mapa que elaboró la investigadora Stefania Biondi, del Tecnológico de Monterrey. A través de éste analizan cuáles son las zonas más marginadas en Querétaro, cuánta población tienen y cuánta gente participa en las decisiones colectivas del sitio. “Un aprendizaje claro es saber dónde intervienes”, dice Garduño.
Cuando ya está ubicado el lugar, el despacho hace una llamada para preguntar a los grupos organizados de la comunidad qué tanto colabora la ciudadanía.
Si detectan un grupo que está registrado en la delegación, le realizan estas preguntas: ¿cuántos son?, ¿cuántos forman el consejo?, ¿qué tanto se reúnen?, ¿qué han hecho? Después de hacer un balance con las respuestas empiezan a dimensionar si en realidad tienen una consistencia o no.
En el mapeo también incluyen la cantidad de servicios de infraestructura existentes.
Recomendamos: Iñaki Echeverria genera cambio con arquitectura multifuncional
Tras identificar las estrategias con las que pueden incentivar la participación, la gente empieza a agruparse y a tomar decisiones. Garduño cuenta que sin esto no es posible tener resultados.
"En el proceso, la comunidad decide cuál es el proyecto que necesita, nosotros les generamos un foro de expertos para que los asesoren y tomen una decisión informada", explica Garduño.
El arquitecto menciona que su ser resiliente radica en que "intentamos ser conscientes de las grandes problemáticas que tenemos en las ciudades medias de México, y ésos no son retos cualquiera".
Agrega: "Esta resiliencia implica no solo volverte actor dentro de este proceso; incluye muchos pasos de financiación, como moverte en un contexto donde no hay recursos y la gente no quiere darlos".
</p>
La Capilla, Querétaro. FOTO: Cortesía del despacho
Otros de sus proyectos en Querétaro son el Taller Activo, La Capilla y Menchaca II. Aparte de esa ciudad intervinieron una zona de casas de interés social abandonadas en Mexicali, Baja California.
Cada proyecto promedia 100,000 pesos. "Incluso menos: 80,000 pesos", especifica el arquitecto. Conseguir los recursos también requiere tiempo. El ITESM les dona 20,000 pesos cuando le presentan la iniciativa, y ese recurso lo invierten principalmente en acero.
La conceptualización del proyecto arquitectónico se basa en qué recursos tienen disponibles, puede ser dinero o materiales, ya sea reciclados o los que están a la mano.
Ésa es una estrategia donde hay donantes y voluntarios, explica Garduño. Y algo muy importante: "La comunidad en donde trabajamos siempre debe participar; aun las señoras que no pueden construir preparan la comida".
Un modelo análogo
El Taller Activo es un modelo ciudadano alternativo de intervención, que solucionó la carencia de un centro comunitario en Querétaro.
Lee también: Crear espacios vivos, la misión de Urban Landscape
La idea rectora surgió durante una clase de Diseño y Construcción Participativa del Tecnológico de Monterrey. La universidad destinó 20,000 pesos, Cemex proporcionó cilindros de prueba como material de reciclado, y alumnos de la Universidad de Cambridge fueron voluntarios para la construcción.
El Centro Comunitario mide 190 m2 y está en Cerro Sombrerete 961. Cada miércoles, entre 70 y 200 personas se reúnen ahí. La comunidad empieza a incluir proyectos productivos para volverlo sustentable. "En Querétaro está el único centro comunitario que es autogestionado 100% por las personas", asegura el arquitecto Garduño.