El Santuario Señor de Tula, finalista en Obra del Año 2020, fue un proyecto ideado para devolverle estabilidad a Jojutla, afectada por el terremoto del 2017.
Lo que el sismo de 2017 destruyó en Jojutla, Morelos, el despacho de arquitectos Dellekamp+Schleich se encargó de reconstruir. La edificación, que antes era conocida como la iglesia de San Miguel Arcángel, quedó devastada tras la catástrofe, pero este año resurgió de entre los escombros para convertirse en el Santuario del Señor de Tula.
Su diseño abierto, sin ventanas ni puertas, permite que sea un lugar integrador capaz de dar una experiencia de espiritualidad a una comunidad cuyo ánimo también decayó hace tres años, pero que nunca perdió la esperanza.
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La estructura es abierta con el diseño basado en una cruz románica, una referencia tomada de otras capillas en las inmediaciones de Morelos y Oaxaca que rememoran las construcciones coloniales que fueron fenómeno en México y América Latina. También se planteó de esa forma por la vegetación y el clima que presenta la zona; su originalidad radica en el propósito de que la arquitectura conecte con la población en todo momento, haciendo sentir al santuario como un refugio.
“Para nosotros era muy importante el sentido público, el tener una capilla abierta cercana a la gente, que pudiera observar el interior desde afuera. Es un edificio que derrama sus servicios 24 horas: aunque permanezca cerrada, a lo lejos se puede ver el altar y lo que sucede adentro… El que fuera un espacio abierto siempre estuvo presente en todas las conversaciones para generar la idea de la iglesia como un lugar que es la casa para todos”, comenta Derek Dellekamp, fundador de Dellekamp.
La innovación del santuario, distribuido en una extensión de 450 metros cuadrados, radica en que está edificado con materiales tradicionales que, con en el entorno y clima donde se encuentran, se vuelven sostenibles y de bajo mantenimiento.
El ser una capilla abierta permite la ventilación natural, evitando el uso de aire acondicionado, además de que la colocación de un jardín tropical alrededor refresca el aire al interior durante las ceremonias religiosas.
Uno de los retos en los que se vio envuelta esta capilla fue el uso de una propuesta estructural basada en la construcción de puentes carreteros, lo que le permite estar sostenida por solo cuatro columnas.
Fueron 18 millones de pesos los que se invirtieron para la edificación, un costo relativamente bajo para lo que representaba. “Estas son obras deben ser eficaces en precio, pero este no puede ser un pretexto para lograr las ambiciones del proyecto”, opina Dellekamp.
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El gobierno local, autoridades eclesiásticas y autoridades estuvieron presentes en la propuesta que tardó 14 meses en entregarse, sin retrasos. Se planteó como una estructura que se organizara dentro de un Jojutla que quedó destruido por el sismo en 2017 y que fuera una luz en la reconstrucción de todo el municipio, donde más de 10,000 viviendas se vieron dañadas.
Fue una herramienta de conciliación y satisfacción a nivel social, de construcción, de arquitectura y política.
“Este es un proyecto holístico integrador porque es capaz de atender problemas físicos y sociales. Propone ser una pieza de arquitectura sólida, resistente y con criterios de sostenibilidad. Los elementos son legibles de manera clara porque es una iglesia transparente a nivel visual y pedagógico. Eso permite que los ciudadanos aprendan, se apropien de ella, la reconozcan y empiecen a generar conversación sobre el uso de la arquitectura”, puntualiza Camilo Restrepo, arquitecto encargado del proyecto y que es conocido como uno de los artífices de la renovación urbana en Medellín.