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Obra del mes: Oficinas cueva de Javier Senosiain

Parte de la arquitectura orgánica del proyecto muestra cómo los espacios corporativos pueden también acercarse al origen y a lo natural.
vie 05 abril 2024 05:29 AM
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Las oficinas se ubican en Santa Fe y son el nuevo hogar del despacho de Javier Senosiain.

En Santa Fe, Ciudad de México, nació una cueva dentro de un edificio. Fue creada por manos humanas, concebida desde costillas de madera, con un inicio que tiene lugar en el trazo de una pluma sobre una servilleta.

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A primera vista parece un lugar fantástico. Se podría tratar de una gruta natural, pero las sillas de oficina, los escritorios que nacen del cielo y el techo, así como las ventanas en el perímetro del lugar, levantan sospechas.

Aun así, es difícil adivinar si se trata de la escena de alguna película de ciencia ficción, si se talló la piedra para que funcione como mobiliario de oficina y se construyó un edificio alrededor, o si se llevaron rocas al interior de un rascacielos de cristal para construir una caverna.

La realidad es que la arquitectura orgánica del despacho de Javier Senosiain llegó a uno de los lugares en los que menos se percibe la constitución natural de los espacios: el interior de las oficinas.

“Partimos de que vemos muchas ventajas a estos espacios curvos, ya que creemos que son los que más abrigan más humanos, pues creo que son los más adaptados a nosotros y los menos aburridos”, dice en entrevista el arquitecto Javier Senosiain.

El proyecto fue pensado para ser casa de las labores de la firma, pero también fungió como experimento y obra de fogueo de la arquitecta Julieta Badillo, quien tomó el plan en sus manos solo un año después de comenzar a trabajar en el despacho.

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La cueva fue creada totalmente de madera.

El origen: una servilleta

Desde la década de los 70, las oficinas del despacho de arquitectura se ubicaban en la colonia Irrigación de la Ciudad de México, por lo que para Javier Senosiain era necesario hacer un cambio. Éste comenzó en una cena de Navidad y con una servilleta en la mano.

“Era mi primer año y Javier me mandó a llamar. Me pidió que me sentara junto a él, tomó una servilleta y empezó a rayar. ‘Quiero esto’, me dijo, y me dio una dirección. Yo, sin saber nada, fui al día siguiente y resultó que era una oficina vacía. Un cascarón. Quería que hiciera un proyecto para que nos mudáramos”, cuenta la arquitecta a cargo.

Así fue como dio inicio su primer proyecto en el despacho y el más grande hasta el momento. Después de hacer un levantamiento del lugar y de modificar aquél rayón para convertirlo en un diseño de oficina eficiente, se decidió que aquella cueva sería no de roca, sino de madera. Fue entonces cuando los retos comenzaron a aparecer.

“En ese momento yo no sabía mucho sobre madera. Lo básico que te enseñan en la carrera. Así que empecé a cotizar con empresas, pero la más barata era de 16 millones de pesos y de ahí las demás eran hasta de 90 millones, precios excesivos, así que me fui a obra a capacitarme con carpinteros”, explica Badillo.

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Se eligió usar madera de piso a techo por su flexibilidad.

Así pasó de tener poco conocimiento en el tema a convertirse en una experta. Aprendió de herramientas, tipos de maderas, resistencias, cortes y ensambles. De las lecciones pudo hacer una muestra que tardó ocho meses en realizar. “Fue un pedacito de obra. Medio cascarón, sólo medio círculo”, explica, haciendo énfasis en lo complejo de modelar el proyecto.

Pero a partir de ahí se lograron identificar deficiencias, mecanismos para doblar la madera y oportunidades de mejora, además de maneras de hacer que la apariencia fuera más estética. Después, con la aprobación y retroalimentación de Senosiain, dio inicio la obra hace tres años.

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El nacimiento de una cueva

Tanto la estructura como el recubrimiento de la cueva fueron hechos con madera. El primer paso, en donde entró en juego el material, consistió en diseñar 2,842 piezas que forman el esqueleto y que están unidas con tornillos.

“La estructura principal son como las vértebras del cuerpo de los animales que son como arcos que de alguna manera se van moviendo. Su combinación con la forma de la bóveda y la cúpula nos sirvieron mucho como elementos principales para ir colocándolos no necesariamente paralelos, sino ir haciendo como si fuera un túnel”, explica Senosiain.

De esta forma se creó una especie de cascarón que no está sujeta a nada. “No me agarré de muros, columnas ni techo. Toda la estructura está totalmente sola. Se sostiene por sí sola. Un requerimiento del proyecto era que pesara 50 kilos por metro cuadrado, y este pesa 10 kilos. Es sumamente ligero”, dice la arquitecta.

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La estructura es similar al esqueleto de un animal.

Para el mobiliario se usó el mismo sistema, por lo que los escritorios parecen haber sido tallados en la cueva, como si fueran parte de ella. Más adelante, cerca del final de la obra, se cubrieron de piel de ternera y de chapa de raíz para continuar con la apariencia, pero haciéndolos más resistentes y cómodos.

La parte más compleja y tardada fue forrar la estructura, ya que se debía encontrar alguna manera de que esto fuera hecho con madera, pero con tal flexibilidad que permitiera mostrar las curvas originales de las costillas y dar la apariencia de una caverna real.

La solución fue usar triplay de tres milímetros cuya mayor característica es su capacidad de curvarse. Con el material se cubrió todo como si se tratara de un piso laminado, que después fue acabado con chapa de raíz de maple, material con espesor similar al de una hoja de papel y que tiene grumos, lo que ayudó a dar la apariencia rocosa, después de ser adherido con un pegamento que “literalmente es como un chicle”, detalla la arquitecta.

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La estructura se recubrió con triplay de tres milímetros y chapa de raíz de maple.

En el proceso tardaron dos años, debido a que el trabajo se debía hacer de forma minuciosa. Pero al terminarlo, el avance de la obra era del 90%. El despacho estaba por cantar victoria, cuando en el camino se les puso un obstáculo.

Badillo cuenta que estaban en proceso de diseño y compra del piso, pero la empresa encargada de ello los estafó, “nos quitó mucho dinero y nunca más los volvimos a ver. Entonces nosotros nos pusimos a hacer la duela”. La arquitecta y su equipo de carpinteros no habían hecho nunca un piso, así que compraron las herramientas y aprendieron desde el inicio.

La obra se terminó en diciembre de hace dos años y en 2023 comenzó a ser ocupada.

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El experimento

En el despacho nunca se había realizado este tipo de estructura con madera, por lo que el proyecto se formó de prueba y error que, hasta el momento, continúa dándole aprendizajes a la arquitecta, quien agradece a su equipo de trabajo y carpinteros, ya que fue la colaboración la que permitió vencer los retos presentados.

El gran acierto de forrar por completo un espacio es la sensación que hay al entrar en él. “Te hace sentir como que trepas un árbol, como que entras a la tierra. No se siente que entras a un edificio, sino que estás en un jardín”, comenta. Sin embargo, esta sensación también tiene sus contras en oficinas, como una temperatura elevada.

Otro beneficio de la estructura es que no necesita hacerse cimentación para sostenerse, y su flexibilidad y ligereza, ya que en el caso de sismos se tuerce, pero no se quiebra ni colapsa.

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La obra tardó tres años en realizarse ya que se atravesó la pandemia.

El resultado, después de tres años, es una obra de 192 metros cuadrados de área útil que engañan al espectador. Los sistemas y las puertas están ocultos en la madera que a la vez da una apariencia de roca, con colores cálidos que envuelven en techos curvos casi como si formaran parte de un túnel. Los pasillos y las entradas y salidas a los espacios son desiguales, como si la naturaleza los hubiera puesto ahí.

La iluminación nocturna, que también está escondida en boquetes en el techo y muros, permite apreciar aún más la textura del lugar.

Todo, en conjunto, ha repercutido también en los colaboradores. “Yo los veo sobre todo contentos. Tienen una terraza, un espacio también para las maquetas. Los veo trabajando muy a gusto, muy en armonía. Eso es muy importante y es lo que más notamos en esta nueva oficina”, asegura Senosiain.

La arquitectura orgánica es el estandarte de los diseños de Senosiain, arquitecto mexicano reconocido por obras tan famosas como el Nido de Quetzalcóatl en la Ciudad de México.

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Las oficinas son ocupadas desde 2023.

Sus creaciones, casi siempre curvas, no son una decisión meramente de estilo. El arquitecto cree firmemente en que esta es la mejor manera de acercar al ser humano a su origen.

El vientre materno, los movimientos repetitivos y curvos de los bebés en los brazos de sus padres, los columpios, montañas rusas y agua, todos, son oscilaciones que tranquilizan a las personas y que Senosiain ha querido llevar a todas sus obras, incluyendo las oficinas cueva.

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