El Museo Nacional de Antropología recibió el premio Princesa de Asturias.(Wallis Yu/Getty Images)
Redacción Obras
En la mañana del 17 de septiembre de 1964, los últimos camiones de obra salían discretamente por la parte trasera del nuevo Museo Nacional de Antropología.
Por la entrada principal, el presidente Adolfo López Mateos se disponía a inaugurar un recinto de 70,000 metros cuadrados, levantado en tan solo 19 meses en el Bosque de Chapultepec. “¿Qué fue lo que hicieron?”, preguntó entonces el director de protocolo. El arquitecto Pedro Ramírez Vázquez respondió: “Terminar”.
Poco más de sesenta años después, el museo fue reconocido con el Premio Princesa de Asturias. En su arquitectura aún se observa la intención que guió el proyecto desde sus inicios: no ser un homenaje a las ruinas, ni un contenedor neutral. El diseño debía comunicar sin imponerse y ser tan funcional como simbólico.
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¿Quién diseñó el Museo Nacional de Antropología?
El arquitecto Pedro Ramírez Vázquez encabezó el proyecto, autor también de obras como el Estadio Azteca. Lo acompañaron Jorge Campuzano en los aspectos constructivos y Ricardo de Robina en museografía.
El Consejo Ejecutivo, presidido por Ignacio Marquina, reunió a antropólogos, lingüistas, arqueólogos, etnólogos, ingenieros y artistas. Entre ellos, Luis Aveleyra, Alfonso Caso, Javier Romero Molina, Román Piña Chan, Alfonso Villa Rojas y Evangelina Arana participaron en las decisiones científicas y pedagógicas que definieron el museo.
La coordinación central se estableció en la misma zona de obra. Desde ahí se organizó el traslado del acervo desde la antigua sede de la calle de Moneda y se definió el guión museográfico.
Se formaron cuadrillas por sala con estudiantes, técnicos y especialistas que empacaron las piezas en cajas numeradas con instrucciones específicas para su instalación.
El Museo Nacional de Antropología fue diseñado por Pedro Ramírez Vázquez.(ALFREDO ESTRELLA/AFP)
Sus estilos, símbolos y narrativas
La arquitectura tomó elementos del pasado sin replicarlos. El concepto del patio central, por ejemplo, remite al Cuadrángulo de las Monjas en Uxmal: un espacio abierto rodeado de estructuras, donde la circulación es libre pero guiada.
Las salas se dispusieron en torno a ese núcleo, permitiendo un recorrido continuo o parcial.
En la planta alta, una celosía con forma de serpiente geometrizada, diseñada por Manuel Felguérez, rodea el patio. La serpiente fue elegida por su relevancia simbólica en las culturas mesoamericanas.
La fachada del edificio luce un relieve escultórico en mármol blanco con el escudo nacional, obra de José Chávez Morado. Al interior, distintas salas integran piezas artísticas creadas por encargo, en sintonía con los contenidos científicos.
Participaron artistas como Rufino Tamayo, Leonora Carrington, Mathias Goeritz, Carlos Mérida, Raúl Anguiano y José Chávez Morado. “Ninguno de los cuales cobró un solo peso por su participación”, relató Ramírez Vázquez.
Una de las soluciones más visibles es el paraguas: una cubierta suspendida de 82.06 por 54.42 metros, sostenida por cables anclados y una columna central revestida en bronce.
“Los pilotes trabajan como anclaje al terreno, como lo hacen las raíces de los árboles”, detalló Jorge Campuzano.
El museo tiene participación de artistas como Manuel Felguerez y José Chávez Morado.(ALFREDO ESTRELLA/AFP)
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En su base se encuentra la escultura Imagen de México, un relieve que articula los cuatro puntos cardinales y distintos momentos de la historia nacional. El diseño fue realizado por los hermanos Chávez Morado con base en el guion de Jaime Torres Bodet.
Al este: la integración, representada con símbolos del pasado prehispánico, el mestizaje y el águila nacional.
Al oeste: la proyección de México hacia el mundo, con elementos de navegación, ciencia y paz.
Al norte y al sur: la lucha por la libertad, con referencias a la Independencia, la Reforma y la Revolución.
Junto al estanque cercano a la Sala Mexica, donde se recuerda el origen lacustre de esa cultura, se encuentra El sol del viento, un caracol de bronce creado por Iker Larrauri que emite sonidos inspirados en instrumentos precolombinos.
La fachada del edificio luce un relieve escultórico en mármol blanco con el escudo nacional, obra de José Chávez Morado.(ALFREDO ESTRELLA/AFP)
Innovación en el manejo de luz y materiales
El museo se construyó con mármol, aluminio y cristal. Estos materiales no solo respondían a necesidades estructurales, sino museográficas: iluminación natural controlada, circulación eficiente y atmósferas que no interfirieran con las piezas.
La planta baja permite transitar entre salas y espacios abiertos, de modo que el visitante se ve obligado a salir al patio entre exhibiciones. “El espacio arquitectónico conduce, manipula, induce al visitante a tener un descanso”, explicó el arquitecto.
El museo, en cifras
El Museo Nacional de Antropología fue construido en 19 meses, entre febrero de 1963 y septiembre de 1964.
Su superficie es de 70,000 metros cuadrados, de los cuales 15,000 se encuentran bajo el nivel de las salas y el patio, destinados a laboratorios, oficinas, talleres, espacios de investigación y servicios educativos.
La cubierta del paraguas protege un área de 4,467.5 metros cuadrados. Su diseño permite la entrada de luz y la vista del cielo, sin perder la protección estructural. La cimentación especial de su columna, según sus creadores, busca integrarse al terreno como un árbol.
Más de 200 estudiantes colaboraron en la museografía y en la instalación de piezas. El presupuesto final fue de 160 millones de pesos de la época, financiados por el CAPFCE e INAH.
