#ObrasInsignia: Lago Algo, la galería del Bosque de Chapultepec
El espacio fue parte de un debate entre la privatización y apertura de espacios en Chapultepec. Con Lago Algo se buscó ofrecer un híbrido, tanto en acceso como en actividades: arte y gastronomía.
Lago Algo fue intervenido por el despacho Naso en 2022 para crear una combinación de galería y restaurante.(Fotos: Facebook)
Diana Zavala
A orillas del Lago Mayor, en la segunda sección del Bosque de Chapultepec, se levanta un edificio que ha cambiado de rostro con las décadas. Es el Lago Algo, un centro cultural que integra arte contemporáneo y gastronomía.
Desde su construcción en 1964, la estructura, obra de los arquitectos Leónides Guadarrama y Alfonso Ramírez Ponce, fue parte de la infraestructura levantada para los Juegos Olímpicos de 1968. Su techumbre de paraboloide hiperbólico, típica de la época, contenía distintos espacios contiguos destinados originalmente a un restaurante público.
Con el paso del tiempo, el edificio se privatizó y su función se alejó del espíritu público con el que se concibió.
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En 1998 fue intervenido por Javier Sordo Madaleno, quien dividió el salón principal y añadió volúmenes adyacentes para adaptarlo a eventos sociales y privados. “Era un espacio que se fue perdiendo mucho; la gente lo conocía porque estaba en medio del lago, pero nunca había entrado”, recordó José Ignacio Vargas, fundador del despacho Naso, a cargo de la última remodelación.
La historia del recinto refleja las tensiones entre lo público y lo privado que atraviesan los espacios del bosque. En 2021, la galería OMR y el grupo restaurantero CMR, concesionario del inmueble, decidieron devolverle un uso accesible a la ciudadanía.
Lago Algo nació con la intención de regenerar la segunda sección del bosque y abrir un programa público de convivencia.
Lago Algo fue construido en 1964, intervenido en 1998 y 2022.(LagoAlgo/Facebook)
La recuperación de la estructura original
El encargo a Naso fue claro: reprogramar el edificio para convertirlo en galería y restaurante, manteniendo visibles sus elementos originales. La obra inició en noviembre de 2021 y abrió en febrero de 2022.
“No teníamos planos, no había información, así que fue como abrir una oficina adentro y desarrollar la obra ahí”, explicó Vargas.
El equipo optó por una intervención mínima. El objetivo fue retirar las capas añadidas a lo largo de los años para mostrar la estructura base y el techo hiperbólico en su totalidad. “Fue un proyecto de mucho quitar. Todas las intervenciones eran de tabla roca. Nosotros la quitamos, quitamos, quitamos”, dijo Vargas.
En el proceso, descubrieron las marcas de las remodelaciones previas. “Nos pareció muy interesante ver las cicatrices que caen en el techo de las distintas intervenciones que se le hicieron al edificio”.
La galería está a cargo de OMR.(LagoAlgo/Facebook)
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“Estar ahí tocando los muros y ver que eran tabla roca fue muy emotivo; queríamos descubrir qué había atrás”, contó Vargas. Las exploraciones revelaron columnas, vacíos y materiales originales ocultos durante décadas.
El arquitecto considera que Lago Algo representa un caso de reapropiación de infraestructura pública en la Ciudad de México. “Hay miles de edificios que, por términos económicos, políticos o sociales, empiezan a no pertenecer a la ciudad.
Este tipo de proyectos le da la vuelta a esas edificaciones para que reciban programas inclusivos”, dijo.
Los arquitectos diseñaron un sistema de desniveles y muros bajos que delimitan los distintos usos sin cerrar la vista hacia la cubierta principal.
Con esta decisión, el espacio mantiene una lectura continua y permite observar la simbra original, el molde de madera que sostuvo el concreto, una huella material del método constructivo de los años sesenta.
El espacio fue diseñado para mostrar la esencia original, por lo queel principal trabajo fue retirar capas de intervenciones anteriores. (LagoAlgo/Facebook)
Un espacio flexible para el arte y la ciudad
El nuevo uso del inmueble combina la galería y el restaurante en un mismo volumen. En la planta baja se ubica el área gastronómica y en el nivel superior, accesible por una escalera exterior, la galería cambia periódicamente sus exposiciones.
Vargas describió el reto de diseñar un edificio que admite montajes temporales: “Es la capacidad de recibir infraestructura muy distinta, desde clases de escuela hasta conferencias, talleres o fiestas. Por eso tratamos de recuperar los espacios más amplios y francos, que permitieran más actividades”.
El proyecto, además de adaptarse a diversos usos, busca integrarse al parque y servir como punto de encuentro. La intervención, según la memoria arquitectónica, muestra la crudeza del edificio para que el visitante pueda leer su estructura y entender la historia de sus transformaciones.