Vidanta va por “Disney World” en Puerto Vallarta, con el Cirque du Soleil incluido
Cirque du Soleil estrenará su segunda sede en Latinoamérica en Vidanta Puerto Vallarta, por lo que se creó un escenario para un show inmersivo con capacidad de 700 personas en formato cena.
La cadena hotelera Vidanta aspira a crear su propio “Disney World” en Puerto Vallarta. No solo apuesta por un parque de diversiones de clase mundial y una oferta de alojamiento integrada al entorno: también busca un ícono arquitectónico comparable a la esfera de Epcot en Orlando.
En su caso, la sorpresa está dentro. Ludo, el teatro diseñado por el arquitecto Arturo Hernández, no solo se convertirá en el emblema del resort, sino en la segunda residencia del Cirque du Soleil en América Latina.
Es una estructura única que combina arquitectura inmersiva, tecnología mecánica al nivel de un espectáculo internacional y un ingrediente escénico distintivo: el agua como protagonista.
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El resultado se resume en dos palabras: magia y complejidad. Ubicado en el punto más alto de BON (Beauty of nature), el parque de diversiones que abrirá en 2026, el teatro requirió 7,300 toneladas de acero, la mitad de lo que tiene la Torre Eiffel.
Su diseño persigue un delicado equilibrio entre la funcionalidad que exige el show y la fantasía que lo envuelve.
El recinto hace un balance entre la precisión técnica y la fantasía, ambos elementos necesarios para el espectáculo.(Fuente: Obras/Diana Zavala)
Para Hernández, quien coordinó el proyecto, ambos mundos fueron igual de desafiantes: convertir en realidad las ideas de Daniel Chávez, presidente de Grupo Vidanta, y del equipo creativo de Cirque du Soleil, al mismo tiempo que llevaba un paso más lejos la experiencia. “Estoy en medio entre defendiendo lo que ellos van a presentar y ayudándole a los demás a que lo hagan realidad”, cuenta.
Malabares del proceso
El primer reto no fue el espectáculo, sino el terreno. La zona elegida para Ludo está junto al río Ameca, que cuenta con un historial de inundaciones que también afectaba al poblado más cercano, dice el arquitecto en entrevista con Obras.
En ese espacio se decidió ubicar la estructura emblemática del parque y para poder construir, se levantó una barrera hidráulica que tomó casi dos años y que, de acuerdo el arquitecto, ayudó a evitar que el pueblo continuara anegándose cada temporada.
Solo después de estabilizar el suelo comenzó a hacerse realidad la obra del teatro. La estructura nació al mismo tiempo que se definía la experiencia del público y que Cirque du Soleil ajustaba los requerimientos del espectáculo.
En el teatro se busca que haya una experiencia inmersiva en todos los rincones.(Foto: Obras/Diana Zavala)
El resultado no solo solucionó la parte técnica. También elevó la construcción, lo que le da un protagonismo visual y una intención conceptual. El cascarón del teatro está inspirado en una flor de loto, de donde nacerá el agua de todo BON, lo que guiará también el curso del parque.
En el interior del recinto también se juega con este elemento. Al tratarse de una instalación que trabajará con líquidos y artistas en inmersión, las decisiones más importantes se tomaron desde los primeros planos.
La imagen es difícil de imaginar sin verla. Al estar de pie en el centro del escenario, hay un acuario humano que rodea todo el circuito y en donde especialistas en apnea realizan, también, actos que complementan el show.
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Este fue uno de los elementos más complejos y caros de construir, con elementos traídos desde Asia para su realización. De acuerdo con el arquitecto, se planteó en algún punto usar pantallas LED en su lugar, pero con el tiempo se dieron cuenta de que no renunciar a privilegiar el acto humano y la realidad les darían un distintivo.
Pero el circo no se conformó con esto. El escenario también se sumerge y de él sale también un estanque en el que se pueden sumergir hasta dos personas a la vez, elementos que se vuelven primordiales en el espectáculo.
De esta manera, la arquitectura se alimentó de la idea del espectáculo y viceversa. Ambos elementos se desarrollaron al mismo tiempo. Para ello, la coordinación fue global. El equipo en México debía conectarse con creativos y consultores técnicos en Canadá y Europa para resolver aspectos como alturas de vuelo, distancias de seguridad y zonas de soporte.
De acuerdo con Arturo Hernández, las reuniones eran diarias y se trabajaba con tiempos estrictos porque el espectáculo no solo depende del edificio: todo el parque debía estar listo para operar como un sistema.
El teatro tiene un acuario humano en donde se realizan actos que complementan y enmarcan el espectáculo.(Fuente: Obras/Diana Zavala)
El diseño del interior avanzó basado en reconfiguración constante. Cada visita del creativo directivo de Cirque podía modificar la disposición de elementos escénicos. Si un número necesitaba un acceso a nivel del agua o un mecanismo adicional para soportar un salto en caída libre, la arquitectura tenía que ajustarse sin comprometer la estructura.
Así, la construcción se volvió una suma de capas que atienden distintas funciones. Arriba, el cascarón icónico, en el centro, las gradas y la escena, abajo, el sistema que sostiene la experiencia y que permanece oculto al espectador.
La complejidad técnica
Ludo funciona como una máquina. Su sistema escénico se transforma según el número que se presenta. Cuando la escena está en modo acuático, el escenario desaparece para dar lugar al gran tanque que se llena y se vacía en segundos. Cuando la historia exige superficie, la plataforma asciende con precisión, sosteniendo a performers y equipo sin pausa ni ruido perceptible.
La ingeniería hidráulica opera desde una profundidad controlada. Bajo la superficie se encuentra el corazón técnico: reservas de agua, motores, sistemas de filtración y las parrillas móviles que transportan elementos y personas. Todo debe ser accesible para mantenimiento, pero invisible para el público.
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La ventilación es otro punto crítico. La humedad constante y el calor del clima obligaron a diseñar un sistema capaz de regular temperaturas en cuatro niveles distintos: público, que debe permanecer fresco, artistas que no pueden perder el calor para no lastimar sus músculos, maquinaria que requiere sistemas de enfriamiento en su operación y zonas de servicio.
La complejidad del aire acondicionado condicionó muchas de las decisiones posteriores, señaló Arturo Hernández. Sin esa precisión, el espectáculo no puede operar en condiciones seguras ni confortables.
Arturo Hernández es el encargado de coordinar los esfuerzos de diseño no solo para el teatro de Ludo, sino para todo el parque de diversiones. (Foto: Obras/Diana Zavala)
La estructura de acero tuvo que considerar la presencia de agua en movimiento y el peso variable que representa. Los cálculos incluyeron cargas dinámicas y protocolos de seguridad para artistas en suspensión y en inmersión. La resistencia a la corrosión fue un factor desde el inicio.
Para Cirque du Soleil, la seguridad es un estándar. Cada acto requiere redundancia en sujeciones, plataformas y rutas de escape. Más de 400 personas, entre personal técnico, artistas y operación, trabajarán en cada función.
Esa escala implica que la arquitectura debe permitir que todos se muevan sin interferencias: quienes manipulan maquinaria, quienes sirven alimentos en las zonas VIP y quienes controlan la iluminación desde cabina.
El teatro fue creado para que los cambios se produzcan sin que el espectador perciba transición. Cualquier retraso en un sistema puede detener el ritmo de la historia y eso obliga a una precisión absoluta en la obra civil.
La operación del espectáculo
En Ludo, la arquitectura se integra a la puesta escénica. La disposición de las gradas rodea el escenario porque la acción ocurre en distintos niveles y direcciones. No hay un frente convencional. El público debe voltear para seguir cada parte del número.
La cercanía con el agua significa que el diseño interior tuvo que separar rutas de performers y espectadores desde el acceso. Los artistas emergen del nivel inferior, de pasadizos en la base de las butacas y de puntos de apoyo laterales sin cruzar con el público.
Ludo será el primer espacio abierto al público del parque de diversiones BON.(Foto: Obras/Diana Zavala)
Las zonas técnicas, como el taller de vestuario y el espacio de acondicionamiento físico, conectan de forma vertical con backstage y con la plataforma acuática para evitar desplazamientos largos.
La operación incluye áreas para comida que funcionan durante la función. El personal que atiende mesas circula por rutas ocultas para no interrumpir la narrativa escénica. La velocidad de preparación y entrega se midió en ensayos porque cualquier cruce mal planeado puede interferir con una acrobacia o con un cambio de escenario.
El teatro debe soportar simultáneamente el espectáculo y la experiencia de servicio. Esa dualidad condiciona dónde se oculta el equipo, cómo se almacenan implementos y en qué momento se abren o cierran accesos sin que el público lo note.
Las pruebas actuales combinan operación y ensayo. Los técnicos miden tiempos, los artistas entrenan en agua y se ajustan posiciones en altura. Todo mientras se evalúa la coordinación interna, desde la entrada de un camarero hasta el descenso de un trapecista.
En este tipo de recintos, detallan los responsables del proyecto, los errores se detectan en movimiento, no en planos.
El resultado
Ludo será el primer recinto en entrar en funcionamiento dentro del parque a partir del 12 de diciembre de 2025. Desde este punto elevado se conectará con otras zonas mediante los sistemas de transporte del propio desarrollo y se convertirá en un hito visible desde distintos accesos.
Los visitantes se encontrarán así con una probada de BON. Tras entrar por una puerta monumental llegarán a un cráter que integra a las personas a la atmósfera de la surrealismo, con neblina, fuentes y fuego que comienza con la función incluso antes de llegar.
Después se da la bienvenida al parque, en una zona en donde se pueden ver dos de las atracciones ya construidas y más grandes, zonas de restaurantes y las escalinatas que llevan al teatro en las alturas.
Al entrar, la atmósfera es igual de mítica. Rocas vuelan sobre las cabezas de los asistentes, unos rostros flanquean los extremos del teatro y en cuyo interior, durante la función, toca la banda en vivo. Sillas, mesas y escalinatas aterciopeladas con la idea de dar a todo un sentido acuático.
La fachada del teatro está hecha de acero blanco agujereado, que permite el paso del viento, al mismo tiempo que funciona como una superficie en la que se puede proyectar.(Foto: Obras/Diana Zavala)
Hoy el proyecto se encuentra en su etapa final de pruebas. La operación del agua se sincroniza con la maquinaria escénica y con la movilidad de artistas y técnicos. La ventilación se regula para garantizar seguridad en escenas de inmersión y para mantener el confort en las áreas del público. Los recorridos del personal de servicio se ajustan para asegurar tiempos óptimos durante la función.
El teatro está diseñado para trabajar a la velocidad del espectáculo. Si la historia exige una transición inmediata entre agua y suelo, la estructura lo permite. Si un acto requiere desapariciones o apariciones múltiples, existen rutas que lo hacen posible sin que se perciba el movimiento detrás.
El cambio constante es parte del diseño. Ludo puede adoptar nuevas configuraciones conforme el espectáculo se modifique a lo largo de su vida operativa. La arquitectura sostiene esa posibilidad desde su base técnica.