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Los pecados capitales de la industria de la construcción

OPINIÓN: La visión miope y de corto plazo de una industria egocéntrica que soslaya el efecto mayor de prácticas como la inseguridad y la corrupción solo ha contribuido a que el problema crezca.
mié 17 agosto 2016 10:31 AM
523_Construyendo derecho
523_Construyendo derecho - (Foto: Especial)

Nota del editor: Esta columna se publicó originalmente en la  edición 523 de la revista Obras , 'Las  100 empresas más grandes  de la construcción en México', correspondiente a julio de 2016.

(Ciudad de México) – Ser constructor en México implica grandes retos y problemas; sin embargo, si somos objetivos, muchos de ellos podrían resolverse si la industria fuera más activa y menos egoísta. Por ello, he preparado un catálogo de problemas y propuestas de solución —por supuesto teóricas—, para invitar a la reflexión y búsqueda de soluciones conjuntas.

Primer riesgo

En mi opinión, el primer problema es seguir creyendo que lo hecho en México no puede ser mejor, pero tampoco estamos dispuestos a escuchar críticas. Por ejemplo, cuando escribí sobre la desconfianza hacia las afianzadoras en el sector, recibí una respuesta de un representante de la industria y me puse a disposición para profundizar en el tema.

¿El resultado? Hasta ahora no he escuchado de él. Sin embargo, ¿cómo voy a tener confianza cuando las afianzadoras desechan reclamaciones por demandas fantasma de sus fiados y el beneficiario, simplemente, se va con las manos vacías por este tipo de irregularidades que nadie castiga?

Lo mismo pasa con los dispute boards, de los cuales amigos míos que conocen a la industria mejor que nadie aseguran que son imposibles de lograr en México. ¿Por qué? Porque los actores del sector no quieren un mecanismo efectivo de solución de controversias que beneficie al proyecto, sino formas de arreglarse y que ninguna autoridad los moleste, aunque ello les cueste 100 veces más.

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O el por qué preferimos contratos malhechos, contradictorios y llenos de complicaciones técnicas y legales a los FIDIC, propuestos por expertos que llevan décadas discutiendo cómo balancear los riesgos entre los contratantes. No queremos cambiar porque pensamos que estamos bien, pese a que la realidad demuestra lo contrario.

Segundo riesgo

Es la combinación mortífera de arrogancia y complejos. Hoy, una de las empresas icono de nuestro país está al borde del abismo. En su momento de gloria, algunos de sus miembros fueron arrogantes y abusivos; sus competidores solo hablaban mal de ellos, y los medianos y pequeños los envidiaban, pero seguían buscando ser contratados.

Por supuesto, no había funcionario que no pensara en ellos como 'la vaca más lechera de todas' y quisiera obtener ganancias millonarias al amparo de la ley. Ahora, en el ocaso, nadie pensó que su caída provocaría una reestructura del mercado, que daría entrada a muchas empresas extranjeras o bien sin la misma experiencia.

Hoy, algunos dicen "que bueno que cayó", pero no piensan que empresas como ésta son fundamentales para cualquier industria y nación.

Tercer riesgo

Están, sin duda, la inseguridad y la corrupción. Por décadas, los constructores se han dejado extorsionar y han solapado la corrupción para "que los dejen trabajar". Tal como me dijo un constructor algun día: "Yo pago lo que me piden para que trabaje lo que tengo que trabajar".

Lee: El influyentismo es la sombra de las licitaciones, señalan constructores

Esta visión miope y de corto plazo de una industria egocéntrica que soslaya el efecto mayor de estas prácticas solo ha contribuido a que el problema crezca. A la par, tenemos clientes públicos que simplemente le trasladan todas estas responsabilidades a los contratistas, por lo que estos se limitan a 'pagar para trabajar'.

Es tiempo de que la industria de la construcción mexicana haga una introspección seria y decidida para que mejoremos, y que las cosas no sigan igual.

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* Socio director de COMAD, SC.

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Problemas del consumidor

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