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OPINIÓN: El arte de planificar la infraestructura en México

OPINIÓN: Lo real es exigir la preparación de los tomadores de decisiones en la planificación estratégica (…) de las obras públicas si queremos sacar al país adelante.
mar 24 enero 2017 11:13 AM
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528_Celina - (Foto: Especial)

Nota del editor: Esta columna se publicó originalmente en la  edición 528 de la revista Obras , 'Reinvertar la Ciudad. Hábitat III: agenda urbana 2050', correspondiente a diciembre de 2016-enero de 2017. 

(CIUDAD DE MÉXICO) – Una charla entre ingenieros sobre el arte de planificar proyectos de infraestructura en México inició con este dato: alrededor de 40% del crecimiento económico que experimentan los países con alto y bajo desarrollo se puede asociar con el uso efectivo que le dan a su infraestructura.

Ojalá nuestro país se caracterizara por mantener en la cima del desarrollo mundial a su ingeniería, y no por contabilizar obras que no cumplen con sus objetivos. La realidad —dicen los ingenieros— es que México únicamente se distingue por cuatro impulsores sublimes para crear megaproyectos.

OPINIÓN: La ineficiencia del ejercicio mata al presupuesto

En primer lugar destaca el éxtasis de los funcionarios que solo buscan construir monumentos para ellos mismos, sus causas y la rentabilidad política que les genera.

El segundo es el económico; aquí sobresale el gozo que embarga a los empresarios y los sindicatos por hacer mucho dinero con las obras, y que incluye a contratistas, constructores, transportistas, consultores, banqueros, inversionistas, terratenientes, abogados y desarrolladores.

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OPINIÓN: Opacidad al asignar diseño, construcción y operación del NAICM

El tercero es el placer de quienes aprecian el diseño al construir algo muy grande y, a la vez, icónico y hermoso. El cuarto impulsor es la emoción que experimentan ingenieros y tecnólogos al desarrollar un proyecto que pueda ser el más grande, el más alto y el más rápido.

Así surgieron proyectos costosos, tardados o cancelados, como la Refinería Bicentenario (Tula II) después de que se le invirtieron 4,000 millones de pesos (mdp), la Estela de Luz en Reforma, que costó 1,300 mdp; la tan ansiada carretera Durango Mazatlán de 23,000 mdp, que tardó en construirse 5.5 años y que se desmorona a cada rato, o la necesaria pero insegura línea 12 del metro de la Ciudad de México de 47,900 mdp, que dejó de funcionar durante 20 meses.

OPINIÓN: Para la SCT lo que cuenta es la intención

Todas estas obras fueron planificadas y aprobadas bajo la fórmula maquiavélica, que implica costos, ingresos e impactos medioambientales subestimados, efectos en el desarrollo económico sobrevaluados y nula incertidumbre.

Sí, los ingenieros civiles tenemos la obligación de planificar, diseñar, construir y operar obras que estén construidas a tiempo, cumplan la función para la que fueron creadas, tengan un costo-beneficio positivo y un apropiado margen de seguridad.

OPINIÓN:   Infraestructura   pública, negocio de unos cuantos

El problema es que ningún ingeniero ocupa un cargo en los niveles altos de decisión de las dependencias relacionadas con proyectos de infraestructura: SCT, Sener, Conagua y Sedatu, como sucede en países como Reino Unido, Corea y Australia, cuyos gobiernos sientan las bases para el éxito de la planificación de la infraestructura.

Sí, es utópico —dicen los ingenieros— pensar que en la política se extinga el amiguismo, el compadrazgo y el nepotismo. Lo real es exigir la preparación de los tomadores de decisiones en la planificación estratégica y el análisis de riesgos sociales, ambientales, legales, financieros, contractuales, económicos, de diseño y de calidad de las obras públicas, si queremos sacar al país adelante.

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* Desde 1997 cubre los sectores de infraestructura y transporte en diferentes medios de comunicación.

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