O si el escenario provocara una reducción de 50% en la realización de trabajos en el sector de la construcción, habría una contracción de 9.5%, ya que afectaría a toda la cadena de producción: contratación de trabajadores, uso de maquinaria, consumo de materiales, entre otras.
Pero el problema no sólo se limitaría al tiempo en el que las autoridades recomiendan distancia entre las personas; “la capacidad de consumo global va a caer en el segundo o tercer trimestre del año, y eso representaría más valor o menos cantidad de obras realizadas. Si combinamos la capacidad de producción y la caída de la demanda agregada, la industria de la construcción tendrá un 2020 con un signo negativo”, dice a Obras Ricardo Trejo Nava, director general de Forecastim.
Este fenómeno afectará, principalmente, a las micro, pequeñas y medianas empresas, quienes son las más vulnerables a los cambios del sector. Los planes y proyectos de inversión que estaban planeados para abril y mayo se retrasarán, lo que a su vez postergará el inicio de obra, y los pagos hacia empresas constructoras.
El ingeniero Ricardo García de León, presidente de la Asociación Mexicana de la Industria de la Construcción (AMIC), que está compuesta en 98% de sus microempresas, comenta que la disminución de las edificaciones es inevitable. Explica en entrevista con Obras que algunas compañías han decidido no mandar a trabajadores a las operaciones en sitio, ya que a pesar de intentar mantener las medidas sanitarias indispensables en campo, los empleados igualmente correrían riesgo en el transporte público.
“Recomendamos que se trate de mantener un porcentaje del salario de los trabajadores, aunque no es fácil. El ciclo económico del que producimos implica pagar costos de materiales y mano de obra, de eso podemos obtener ingresos indirectos para mantener oficinas y trabajadores de rangos intermedios y administrativos. Si este ciclo económico no se cumple, no se produce y es complicado que una empresa sostenga este ciclo por sí sola”, dice Ricardo García.