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Nuevas tecnologías redefinen la producción de asfalto en la CDMX

La fabricación del material que pavimenta la capital se ha ajustado en energía, temperatura y materiales para responder a mayores exigencias técnicas y ambientales.
mié 17 diciembre 2025 02:59 PM
La planta que hace 85% del asfalto de la CDMX cambió su receta: ¿qué implica para las calles que recorres diario?
La planta de asfalto en la CDMX se ha modernizado para hacerse más eficiente y mejorar su impacto medioambiental. (Foto: Cortesía Gobierno de la Ciudad de México)

La producción de asfalto en la Ciudad de México atraviesa un proceso de transformación gradual, marcado por ajustes tecnológicos y ambientales que han modificado la manera en que se fabrica uno de los insumos clave para la infraestructura urbana.

El cambio ocurre lejos de la obra visible y del bacheo cotidiano, dentro de las plantas donde se produce el material que sostiene la red vial de la capital.

La magnitud del proceso no es menor. La Planta de Asfalto de la Ciudad de México produce alrededor del 85% del asfalto que se utiliza en la capital, con volúmenes que rondan un millón de toneladas anuales.

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Estas configuraciones convierten cualquier ajuste operativo en un factor relevante para la eficiencia del sistema, el consumo energético y la calidad del producto final, de acuerdo con lo expuesto por autoridades y especialistas del sector durante una conversación en el Colegio de Ingenieros Civiles de México (CICM).

Del diésel al gas natural: un cambio estructural en la producción

Uno de los primeros virajes se dio en el consumo de energía. La sustitución del diésel por gas natural en las plantas de producción modificó de forma estructural el proceso de fabricación de mezclas asfálticas, particularmente en una actividad intensiva en calor.

De acuerdo con Reyes Martínez Cordero, director general de la Productora de Mezclas Asfálticas, el cambio permitió reducir emisiones contaminantes y disminuir de forma significativa el gasto en combustible, además de ofrecer mayor estabilidad en el control térmico del proceso.

En 2007, cuando se realizó este cambió, pasó de presupuestarse un gasto en combustible de 42 millones de pesos al año a 19 millones, lo que representó un ahorro de 54.76%.

La producción de asfalto depende de temperaturas elevadas y constantes, el tipo de combustible incide directamente en el desempeño del sistema y en la huella ambiental asociada a la operación.

Menos temperatura, mismo desempeño

A la transición energética se suma la incorporación de mezclas tibias y templadas, que se producen a temperaturas más bajas que las mezclas tradicionales, al pasar de 160-180 grados centígrados a 130 grados centígrados.

Esta modificación reduce el consumo energético y las emisiones durante la fabricación, sin alterar las características funcionales del material en las aplicaciones actuales.

La adopción de este tipo de mezclas dejó de ser experimental y forma parte de los lineamientos normativos, lo que ha obligado a ajustar equipos, procesos y controles de calidad dentro de la planta.

Además de los beneficios ambientales, la reducción de temperatura incide en el desgaste de la maquinaria y en las condiciones de operación del personal, sin modificar la apariencia ni el uso final del asfalto colocado en vialidades.

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Reciclar el pavimento: el RAP como insumo productivo

Otro componente central del viraje tecnológico es el uso de pavimentos recuperados, conocidos como RAP (Reclaimed Asphalt Pavement).

Desde 2018, la planta ha producido 1 millón 240,000 toneladas de mezcla empleando RAP, reincorporando material retirado de las vialidades a un nuevo ciclo productivo.

El uso de RAP no es homogéneo. En vialidades secundarias, las mezclas pueden incorporar entre 40 y 50% de material reciclado, mientras que en vialidades primarias el porcentaje se mantiene en torno a 20%, debido a consideraciones técnicas relacionadas con la rigidez y el desempeño estructural del pavimento.

En casos específicos, como programas de bacheo emergente y carpetas de mantenimiento, se ha utilizado 100% RAP, previo análisis y pruebas de laboratorio.

Su uso ayuda a generar 60% menos emisiones de carbono y permite utilizar 100% de materiales reciclados, además de incrementar la vida remanente del pavimento de entre dos y tres años.

La nueva planta de asfalto: infraestructura para cerrar el ciclo

En paralelo a estos cambios tecnológicos, la Ciudad de México proyecta la construcción de una nueva planta de asfalto en el Bordo de Xochiaca, concebida como una pieza clave para fortalecer el esquema de reciclaje y economía circular en la producción de mezclas asfálticas.

De acuerdo con la Productora de Mezclas Asfálticas, la instalación tendría una capacidad estimada de 350 toneladas por hora y permitiría reutilizar entre 40 y 50% de pavimento recuperado en vialidades secundarias, así como alrededor de 20% en vialidades primarias.

La ubicación responde a un criterio operativo: concentrar la producción en el punto donde ya se almacena el asfalto retirado, reduciendo traslados y facilitando su reincorporación al proceso productivo.

Llantas, laboratorio y control técnico

A este esquema se suma la evaluación del uso de hule de llanta como componente de la mezcla asfáltica. Actualmente se realizan pruebas con porcentajes de 10 y 20%, con resultados preliminares positivos, aunque su aplicación se mantiene en fase de evaluación técnica.

De manera paralela, la modernización del laboratorio de análisis y de los tanques de almacenamiento de asfalto ha permitido fortalecer el control de calidad, ajustar formulaciones y cumplir con estándares ambientales más estrictos, en un contexto donde la producción incorpora materiales reciclados y nuevas condiciones de operación.

Producir distinto para sostener la ciudad

El viraje tecnológico de la producción de asfalto en la Ciudad de México no responde a una sola decisión, sino a una acumulación de ajustes: cambio de combustible, reducción de temperaturas, mayor reciclaje de materiales y nuevas instalaciones orientadas a cerrar el ciclo productivo.

Aunque el asfalto cumple la misma función en la ciudad, ya no se produce bajo el mismo esquema que hace una o dos décadas. El proceso apunta a sostener la operación de una infraestructura crítica en una ciudad con alta demanda de mantenimiento y crecientes presiones ambientales.

El modelo ha comenzado a atraer el interés de otras entidades del país, interesadas en evaluar esquemas similares para su propia producción de mezclas asfálticas.

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