La infraestructura resiliente es 'invisible', pero ofrece alta rentabilidad
CIUDAD DE MÉXICO. Los gobiernos no invierten en el desarrollo de infraestructura resiliente porque sus resultados no son tangibles en el corto plazo.
Mami Mizoturi, representante Especial del Secretario General para la Reducción del Riesgo de Desastres de la ONU (UNISDR, por sus siglas en inglés), explica en entrevista con Obras que "muchos tomadores de decisiones quieren poner el dinero en cosas que tienen impacto en muy corto plazo, tres años, cinco años, de tal manera que sientan que hicieron algo porque prevenir un desastre es muy difícil de probar".
Cada año, los desastres naturales representan pérdidas económicas por 520,000 millones de dólares (mdd), mientras que la inversión en infraestructura resiliente requiere apenas 3% de ese monto y es redituable.
El reporte Lifelines: The Resilient Infrastructure Opportunity, elaborado por el Banco Mundial y el Fondo Global para la Reducción y Recuperación de Desastres (GFDRR) muestra que por cada dólar invertido se obtiene un retorno promedio de cuatro dólares.
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En contraste, las consecuencias de esta omisión sí son tangibles. En 2018, 18.8 millones de personas fueron desplazadas a consecuencia de desastres naturales, esto es 59% que los desplazados por conflictos. Además, cada año, 26 millones de personas son orilladas a la pobreza por la misma causa.
No obstante, Mizoturi subraya los avances realizados en la reducción de la mortalidad y el número de personas afectadas por desastres, dos de los siete objetivos del Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015 - 2030.
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En 2018, a nivel global se registraron 10,300 muertes, 52.7% menos que en 2015, año en que la Asamblea General de la ONU adoptó el Marco de Sendai. El año pasado resultaron afectadas 68 millones de personas.
Mizoturi ejemplifica con los sismos del 19 de septiembre de 1985 y 2017 en México. En 1985, según cifras oficiales 10,000 personas perdieron la vida, mientras que 32 después el saldo fue 326.