En la mayoría de los socavones se logran ver tuberías en mal estado, ya que las fugas de agua son de las principales causas para su formación. (Moisés Pablo Nava)
Diana Zavala
Un traslado cotidiano se puede convertir en una escena de una película de ficción en tan solo unos segundos. Vehículos que transitan con normalidad desaparecen de un momento al otro al ser "tragados" por el suelo sin un aviso previo.
Los socavones son cada vez más frecuentes en el país. Tan solo en la Ciudad de México, entre enero y septiembre de 2025, la capital registró 164, según datos de la Secretaría de Gestión Integral del Agua (Segiagua).
El fenómeno expone la fragilidad de la infraestructura hidráulica urbana (al ser esta su principal causante) y la falta de estrategias preventivas efectivas. Sin intervención, la frecuencia de estos colapsos del suelo irá en aumento.
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El origen subterráneo
"Un socavón es una estructura que nosotros observamos desde la superficie, que es producto de la formación de una caverna en el subsuelo y su posterior colapso", explica Darío Solano Rojas, catedrático de la UNAM y especialista en Ciencias de la Tierra.
El experto equipara al fenómeno, también llamado "dolina", con los cenotes de Yucatán, que se forman de manera similar.
El proceso, que inicia bajo tierra, puede permanecer invisible durante horas, días o incluso años antes de manifestarse en la superficie.
Esta cavidad se forma a través de la erosión que provoca el flujo del agua, y que saca material que suele dar soporte al piso que se circula, agrega Enrique Santoyo Reyes, del Colegio de Ingenieros Civiles de México.
Esta “salida de material” se da en dos principales formas. La primera, la disolución, donde las rocas se comportan como barras de jabón que se deshacen gradualmente. El segundo es el lavado, un proceso en el que corrientes de agua arrastran materiales finos como arenas y arcillas.
Los socavones son originados por problemas de agua en el subsuelo.(Rogelio Morales Ponce)
El líquido que ocasiona este fenómeno proviene de distintos orígenes. El primero es natural, cuando el agua del subsuelo remueve materiales de manera paulatina. Esto es más presente en suelos arenosos, producto de erupciones volcánicas a lo largo de la historia geológica del Valle de México, resultan especialmente vulnerables.
El socavón que en 2021 apareció en medio del campo en el municipio Juan C. Bonilla en Puebla, alcanzó dimensiones enormes debido a estas diferencias de materiales naturales en el subsuelo.
En años recientes, eventos como el secado de un canal en Xochimilco y una sección del lago del Bosque de Chapultepec ocurrieron cuando el agua encontró caminos subterráneos y formó cavidades. De acuerdo con los expertos, este tipo de fenómenos desemboca en socavones al cabo de días o años.
El segundo origen de los socavones está vinculado directamente a la infraestructura hidráulica obsoleta.
La Ciudad de México cuenta con aproximadamente 25,000 kilómetros de tubería hidráulica. La mayoría de esta infraestructura supera los 50 años de antigüedad y se estima que el 30% está en mal estado. En algunas zonas de la ciudad, los drenajes y colectores rebasan los 100 años de antigüedad.
Los tubos de drenaje se fabrican en segmentos con conexiones machimbradas, que cuentan con diámetros distintos y se conectan mediante empaques y protecciones. Estas tuberías resultan muy rígidas.
"En el Valle de México, al ser de origen lacustre, estar sujeta a los efectos de los hundimientos que tiene la ciudad y la permanentemente extracción de agua freática genera desniveles y hace que estos tubos rígidos con esa machimbrada se dislocan", explica Santoyo Reyes.
Cuando estos tubos se dislocan y están rodeados de materiales arenosos, se genera la erosión y el socavón crece alrededor de la tubería hasta que emerge en la superficie.
El Colegio de Ingenieros Civiles de México señala que el 60% del agua que consume la ciudad se extrae de pozos dentro de la propia metrópoli. En zonas como Tláhuac existen más de 100 metros de suelos arcillosos deformables.
El tercer origen proviene de fugas en tuberías de agua potable u otras instalaciones. Con frecuencia, las fugas no se detectan a simple vista porque el agua se infiltra. Si existe alguna condición geológica que permita que el material se erosione, se genera el colapso del suelo firme.
"Si tenemos hundimientos diferenciales más una infraestructura hidráulica en mal estado, entonces el riesgo de que colapse una tubería y tenga una fuga es muy alto y por lo tanto la que se forme un socavón también", añade Paul Garnica, especialista en infraestructura.
La tasa anual de reparación de tuberías en la Ciudad de México alcanza apenas 1.2% de toda la red, de acuerdo a la organización Seguridad Hídrica. Esta cifra revela un enfoque reactivo: se atienden los daños después de que ocurren, no antes.
El origen de los socavones es el tránsito del agua en el subsuelo.(Diseño: Salvador Buendía)
Señales tempranas
Antes del colapso final, el terreno puede mostrar indicios de lo que sucede bajo la superficie. Aparecen deformaciones en la carpeta asfáltica o fracturas concéntricas que forman círculos.
"A veces hay socavones o deformaciones o erosiones que se van notando, en donde la carpeta de asfalto se va ligeramente pandeando, se va generando una depresión, y ahí claramente son indicios de que está perdiéndose material por flujo de agua subterránea", explica Santoyo Reyes.
Sin embargo, muchos socavones tienen un colapso súbito. El tamaño y geometría de la cavidad determinan que colapse ante una carga específica, como sucedió cuando un camión terminó dentro de un hoyo sin aviso previo en Ciudad de México.
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Los ciudadanos reportan estas señales a protección civil, que realiza estudios, confirma la presencia de cavernas y procede a rellenarlas antes de que se conviertan en socavones.
"A veces la gente las ve, las reporta, generalmente con protección civil, hacen un estudio y dicen sí, aquí hay una caverna, se rellena y ya. O sea, ya digamos ya no termina en la ocurrencia de un socavón porque se interviene a tiempo", señala Solano Rojas de la UNAM.
Sin embargo, esta detección temprana no siempre ocurre. Muchas cavernas permanecen ocultas hasta que el colapso es inevitable.
Este año se han registrado 160 socavones en la CDMX.(Rogelio Morales Ponce)
Estrategias de prevención
La primera línea de acción contra los socavones consiste en la detección y reparación oportuna de fugas. Las autoridades deben corregir los desperfectos y utilizar rellenos adecuados, como geosintéticos o materiales resistentes a la erosión, con supervisión geotécnica.
"Reparar, corregir y usar rellenos adecuados. Hay sistemas de drenaje que pueden usar materiales un poco más avanzados, como geosintéticos o materiales resistentes a la erosión. Con una supervisión geotécnica adecuada. Hacerlo bien, digamos", plantea Garnica.
Una gestión integral de la infraestructura hidráulica requiere tecnología para identificar zonas de riesgo antes de que el suelo colapse. Equipos como el radar de penetración, montados en vehículos, pueden recorrer la red de tuberías y detectar la presencia de agua o cavidades.
"Hacer un mapeo de las zonas de riesgo. Sobre todo para que si hemos hecho el mapeo de las zonas de riesgo, podemos ir a atenderlas oportunamente y no esperar a que el socavón se forme", explica Garnica.
Tecnologías emergentes ofrecen soluciones adicionales. La técnica INSAR utiliza satélites para detectar movimientos en la superficie del terreno con semanas o meses de anticipación. Esta información permite intervenciones tempranas, aunque su implementación requiere coordinación institucional.
"Hay tecnologías emergentes, como yo me dedico a utilizar una técnica que se llama INSAR, que utiliza satélites para detectar señales tempranas de que la superficie del terreno se está moviendo", señala Solano Rojas.
No obstante, estas herramientas no terminarían con el problema en su totalidad.
Los socavones aumentan en temporada de lluvias debido a que el sistema de drenaje se ve sobrepasado. (Rogelio Morales Ponce)
“Tenemos que vivir una serie de riesgos intrínsecos al deterioro ambiental que hemos inducido, producto de la extracción de agua y del origen lacustre de los suelos en los que está sentada esta metrópolis”, dice el Enrique Santoyo del CICM.
A largo plazo, la Ciudad de México necesita renovar progresivamente sus redes hidráulicas y adoptar un manejo más sustentable del acuífero para disminuir los hundimientos regionales. Este proceso demanda inversión económica, tiempo y voluntad política.
Para evitar los socavones generados por agrietamiento en zonas como Iztapalapa o Tláhuac, donde los movimientos regionales provocan fracturas que atraviesan casas y calles, la solución radical sería dejar de bombear agua del subsuelo, algo poco posible.
Los socavones suelen mostrar señales en el pavimento antes de que aparezcan, pero el momento en el que surgirán nos e puede predecir a simple vista.(IZTAPALAPA MAYOR'S OFFICE/via REUTERS)
Sustituir la mayor cantidad de obras subterráneas también reduciría los riesgos asociados a túneles de drenaje profundo y colectores antiguos.
Sin embargo, el impacto de cambiar una parte significativa de drenajes que en algunas zonas superan los 100 años de antigüedad resultaría monumental para la movilidad urbana. La infraestructura de las grandes ciudades del mundo cumple su vida útil. Reemplazarla o darle mantenimiento completo de manera simultánea resulta imposible, de acuerdo con el CICM.
Experiencias internacionales demuestran que la gestión preventiva funciona. En Florida, Estados Unidos, existen planes de acción específicos para prevenir socavones antes de que ocurran. En Japón, algunos colapsos se reparan en tres horas utilizando materiales resistentes a la erosión.