3 interioristas revelan las claves del diseño de restaurantes
Nota del editor: Este contenido se publicó originalmente en la edición Tráfico de arena de la revista Obras, correspondiente a febrero de 2019.
Comer es, sin duda, uno de los placeres más grandes de la vida, pero lo cierto es que, junto con él, coexisten otros deleites, como el de la buena compañía y la comodidad que brinda un espacio acogedor. El interiorismo es indispensable para lograr esta última cualidad.
"Hoy existe una gran oferta de restaurantes y muchos de ellos son espectaculares. La comida tiene que ser excelente, pero el lugar debe sorprender y, al mismo tiempo, ser cómodo, agradable, invitar a la sobremesa y convertirse en una gran experiencia", afirma Paulina Morán, quien tuvo a su cargo el interiorismo del restaurante Ixi’im (2016), ganador del Prix Versailles al restaurante más hermoso del mundo en 2018.
Morán y otros dos de los diseñadores de restaurantes más reconocidos de México comparten su experiencia en este campo.
Corazón de maíz y henequén
Después de colaborar en el interiorismo del Chablé Resort & Spa, Paulina Morán fue invitada a dar vida al interior de Ixi’im, restaurante insignia del hotel, cuya propuesta gastronómica está a cargo del chef Jorge Vallejo y se basa en el maíz, de donde recibe su nombre.
El lugar se encuentra sobre las ruinas de una antigua hacienda henequenera. Ahí se instaló una estructura desfasada que no toca los muros, para establecer un diálogo respetuoso con el patrimonio.
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"En ese espacio tratamos de combinar toda la tradición de la estética yucateca con el aire industrial del lugar. Al llegar a Chocholá, Yucatán, buscamos materiales, artesanías y manufactura locales para darle una narrativa y, al mismo tiempo, provocar una derrama económica en la zona y ser escaparate de la cultura local", cuenta Morán.
Las paredes están cubiertas con chukum, una especie de estuco de acabado muy suave que resiste la humedad y regula la temperatura, mientras que en otras áreas se respeta el diseño natural que el hongo ha ido dibujando sobre los muros, y se acompaña de muebles suntuosos y cómodos.
"En los muebles conservamos la reminiscencia de la maquinaria de la fábrica henequenera: la barra está hecha con monoblocks; la cubierta es de madera gruesa en piezas grandes; las mesas tienen una pata de herrería industrial, y los lavabos son de monolito de cantera. En medio tienen un diseño como el de las casas antiguas de Paseo Montejo, en placa de mármol", detalla Morán.
"Ixi’im es un proyecto con mucho corazón: buscamos e hicimos todo con el mayor cuidado; el diseño de todas las piezas está hecho a la medida. Logramos que el espacio dijera algo que tuviera fundamento y propósito, un sentido de ser".
Naturaleza y entorno
Aunque los proyectos del arquitecto regiomontano Ernesto Vela son muy distintos, existe un hilo conductor: todos buscan conectar al usuario con la naturaleza y el paisaje circundante. Para Vela, el interiorismo de los restaurantes "debe ser una parte importante de una experiencia; se debe lograr un lugar agradable que influya en el ánimo de las personas".
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Así sucedió en el restaurante Velas 10 (2017), parte del resort Grand Velas, en Los Cabos, Baja California Sur, donde la ubicación y las vistas fueron el punto de partida. "Articulamos los espacios con jardineras, macetas y árboles, lo que da la impresión de ser una terraza y un ambiente casual. Usamos la paleta de colores presente en el paisaje para difuminar aún más los límites entre el interior y el exterior. Las celosías de acero se planearon también con un aspecto para exteriores y los muros se cubrieron de mármol travertino, que da mucha personalidad", describe Vela.
En el mismo complejo, el arquitecto y su equipo hicieron el interiorismo del restaurante Cocina de Autor (2017). "Ahí tratamos de otorgarle una atención casi teatral a la comida; las decisiones que tomamos con la iluminación y los materiales fueron con esa idea. Buscamos que el orden fuera perceptible, pues transmite tranquilidad".
La propuesta consistió en usar materiales con colores cálidos en el espectro de los ocres y marrones, y texturas tradicionales, pero de forma contemporánea, pues el concepto está inspirado en la cocina creativa. Además, se usaron espejos para hacer que el espacio de 220 m2 parezca mayor. En el Bar Koi (2017), en el hotel Grand Velas de la Riviera Maya, el reto consistió en crear intimidad sin perder la impresión de amplitud, inevitable en un espacio de 700 m2.
"La madera tiene un papel protagónico, pues buscamos su calidez para generar una sensación de pertenencia y familiaridad".
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Intervención total
Que el interiorismo no sea una escenografía ni simple decoración, sino una intervención del espacio desde adentro, es la máxima de la arquitecta Verónica González Zavala, líder del despacho VGZ Arquitectura.
En 2017, González Zavala y su equipo concluyeron Piedra Sal, un concepto de marisquería mexicana de perfil elegante, ubicado en un edificio preexistente entre Paseo de la Reforma y Prado Sur, en la Ciudad de México. Además de los problemas de acceso al lugar, que se resolvieron con una pequeña placita que da la bienvenida a los visitantes, se buscó que la terraza inundara todo el espacio.
"Para llevar la terraza al espacio interior abrimos un tragaluz y pusimos espejos para que la vegetación se reflejara desde el exterior. También creamos una pieza de madera en el techo que abarca todo el restaurante: afuera es una pérgola y adentro un plafón de bejuco en ojo de perdiz. Su geometría se dio a partir del mismo espacio, que es como un abanico", explica la arquitecta.
El acero de las columnas fungió como elemento base, al que se agregó el concreto de dos muros de contención para cargar la escalera. A ellos se suma la madera de pino tratado que no requiere barniz y es de color grisáceo. El cuarto elemento es la vegetación, que incluye tres guayabos y plantas suspendidas del techo.
En el caso de Miralto (2017), en el piso 41 de la Torre Latinoamericana, González Zavala se enfrentó a varios retos: una corta altura, desniveles en todo el piso y un espacio dividido. "Lo que hicimos fue quitar todo, dejamos el espacio de 285 m2 desnudo para que nada interrumpiera la vista de 360° con que cuenta la torre".
En la barra y las mesas se utilizó madera de huanacaxtle, que completó el juego visual con los elementos estructurales de acero y el triplay laminado de la pérgola, así como con las losetas del piso con formas irregulares.
Como contraparte del proyecto, en el piso de abajo, el único de la torre que tiene ventanas de piso a techo, se aprovechó un pequeño privado para el bar Nivel 40 (2018). Mientras que en el restaurante la paleta de color es blanca con tonos verdes, en este lugar es negra. Ahí destaca un juego de lámparas hechas con 600 focos LED, que en la oscuridad simulan un cielo con una noche estrellada.