Y es que desde el año 2017 a la fecha, la producción inmobiliaria en el país experimenta una desaceleración que se ha mantenido a consecuencia de la pandemia.
Por si fuera poco, este panorama lidia desde el año pasado con un alza constante en el costo de los materiales para la construcción, impacto que se refleja en el precio para los consumidores finales; la CMIC ya reportaba los efectos inflacionarios que estancan a la industria, la encarecen y amenazan con retrasar su recuperación.
Bajo este panorama, más de uno se preguntará cómo es que las herramientas digitales pueden combatir el estancamiento que enfrentamos actualmente. Desde mi perspectiva, hay dos grandes áreas a abordar y que podrían sentar las bases de un camino hacia la recuperación: reducción de errores que derivan en pérdidas de tiempo y dinero, y por otro lado, mejorar la experiencia y perspectiva de los usuarios finales.
Uno de los principales problemas a los que se enfrenta el sector es la desconfianza al uso de la tecnología, sin embargo, hemos visto que 80% de las pérdidas de presupuesto se producen, principalmente, por trabajos rehechos debido a fallas y errores previsibles en las primeras etapas de una obra, lo que resulta en un aumento del tiempo de un proyecto, pérdida de materiales y un aumento de los costos fijos.
Está comprobado que con la adopción de herramientas digitales es posible visualizar y analizar los datos disponibles para, entre otros beneficios, saber dónde hay que mejorar, reducir los tiempos de obra, evitar errores a futuro, anticiparse a los riesgos, recabar información precisa y actualizada en el trabajo de campo o reducir costos de una industria de por sí encarecida.
Por otra parte, el novedoso paradigma tecnológico, además de brindar herramientas a los profesionales de la construcción, también ofrece beneficios y garantías para quienes habitan esas obras, contribuyendo así a mejorar el servicio postventa, uno de los desafíos críticos en los años más recientes para la industria inmobiliaria.