Durante mis recorridos por las ciudades de América Latina, no puedo evitar preguntarme si estamos construyendo para mejorar la vida de quienes habitan los edificios o simplemente seguimos levantando construcciones por inercia. La respuesta no está solo en el concreto ni en el acero, sino en la intención detrás de cada decisión.
Rehabitar el futuro, la pregunta de la ciudad

Esta cuestión motivó “Las ciudades invisibles” de Italo Calvino, quien presenta los diálogos imaginarios entre Marco Polo y el Emperador Mongol Kublai Khan: “Mi imperio está siendo aplastado por su propio peso… y en sus sueños aparecen ciudades livianas como papalotes, tejidas de encaje.” Marco Polo le contesta: “La ciudad de tus sueños es Lalage. Sus habitantes la construyeron así para invitar a la Luna a descansar en el cielo de la noche y que les otorgue todo lo que la ciudad necesita para crecer eternamente”. “Hay algo que no sabes”, contesta el Khan, “La luna le ha dado a la ciudad de Lalage un privilegio único: el poder de crecer cada vez más ligera”.
Hoy en día, el sueño de ciudades “más ligeras” es un reto mayúsculo que todos los participantes del sector debemos comprender para colocar soluciones reales de largo plazo, pues las ciudades se han convertido en el espacio de integración humana por excelencia. Es más, desde hace casi 10 años, la población urbana superó a los habitantes rurales, lo cual exige reflexionar sobre la manera de construir y su impacto en los ecosistemas, la salud de las personas y su viabilidad sostenible.
Durante décadas, el crecimiento urbano ha estado marcado por la expansión acelerada y una ocupación del territorio que rara vez consideró su capacidad de carga. Ese modelo, aunque funcional en su momento, enfrenta grandes desafíos.
No hay ciudad del mundo que no enfrente con mayor frecuencia fenómenos como olas de calor, inundaciones y estrés hídrico. De acuerdo con datos de la Organización Meteorológica Mundial ( OMM ), en 2024 ocurrieron más de 150 eventos climáticos “sin precedentes” que desplazaron e impactaron a más de 800,000 personas.
A esa situación se suma la vulnerabilidad urbana con demandas sociales como vivienda asequible, infraestructura sostenible y espacios dignos. El Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos ( ONU-Hábitat ) calcula que entre 1,600 y 3,000 millones de personas en el mundo carecen de vivienda adecuada, caracterizada por el aumento de gastos, costo de los alquileres, desalojos forzosos, pobreza energética y condiciones de vida inseguras.
A su vez, los gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono (CO2), son un elemento principal de la crisis climática, y el sector inmobiliario es responsable del 40% de las emisiones, según la Corporación Financiera Internacional (IFC) del Banco Mundial. Así, el crecimiento de las ciudades está en buena parte, ahogando su propio futuro.
En esa sintonía, el estudio World Cities Report 2024 de ONU-Hábitat estima que para 2050 se añadirán 2,200 millones de personas a las zonas urbanas, es decir, 68% de la población total. Por eso, mirar hacia adelante implica hacerlo de forma integral, entiendo las ciudades como un ecosistema complejo donde cada decisión arquitectónica tiene un impacto ambiental, social y económico.
Al igual que con la mayoría de los grandes desafíos globales, en materia de construcción urbana, no contamos todavía con la fórmula infalible, pero si sabemos con certeza que, los métodos tradicionales de construcción han llegado a su límite y la incursión de la construcción ligera y sostenible se vuelve cada vez más importante a nivel mundial.
Este nuevo enfoque exige datos, trazabilidad, diseño eficiente y un compromiso real con el bienestar de quienes habitan los espacios. Esta forma de construir responde con eficacia a los desafíos estructurales de las ciudades, permitiendo intervenciones más rápidas y precisas que generen menos residuos, reduzcan la huella de carbono y se adapten mejor a las condiciones locales, facilitando su integración en entornos urbanos ya consolidados
Hoy contamos con los materiales, la tecnología y el conocimiento necesarios para reducir de manera importante la huella de carbono. Construir con soluciones ligeras, eficientes y sostenibles es una respuesta estratégica para hacer frente a los desafíos actuales y reconoce el papel social de la construcción. Una intervención urbana bien pensada puede fortalecer el tejido social, devolver sentido de pertenencia y reconectar a las personas con el espacio público.
Desafortunadamente el ritmo de adopción de las soluciones disponibles no está al nivel de la urgencia. Los participantes en la industria de la construcción, en conjunto con los gobiernos, la sociedad y el sector académico, tenemos la responsabilidad de ir más allá del discurso y enfocarnos en resultados verificables, conscientes de que el greenwashing erosiona la confianza y retrasa las soluciones que las ciudades necesitan.
Frente a un escenario donde las decisiones que tomamos hoy definirán el hábitat de las próximas décadas, quienes lideramos esta industria tenemos una responsabilidad ineludible: demostrar que es posible construir de forma más justa, más limpia e inteligente. Estamos lejos de tener la respuesta completa, pero, así como Calvino imaginaba ciudades ligeras, hoy enfrentamos el reto de construir urbes sostenibles. El futuro de nuestras ciudades depende de acelerar hoy la adopción de soluciones ligeras y sostenibles.
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Nota del editor: Marco Corrales es Director general de Saint-Gobain LATAM NORTE. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.