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El interés económico cambió el trazo de los campos de golf

El desarrollo inmobiliario y la percepción de que los campos de golf más difíciles eran los mejores propició un alza en los precios de construcción.
vie 12 julio 2013 12:32 PM
Campo de golf-pleca
Campo de golf-pleca - (Foto: Cortes�a Piz� Golf Design)

Hace poco, en una conferencia salió el tema de lo caros y extensos que son los campos de golf modernos, los cuales complican que el jugador pueda caminar mientras juega. Eso me remontó a un artículo que leí de Peter Kostis, analista e instructor de golf estadounidense, donde habla de cómo el golf perdió su lado deportivo y abrió paso al negocio.

Es equívoca la percepción actual de que los campos son más largos y –como consecuencia– más costosos debido a la modernidad de los bastones y las pelotas. Aunque sí son factores que repercuten, sólo lo hacen de manera negativa. Por ejemplo, los corredores se tuvieron que ampliar de 90 a 120 metros (400 pies), ya que si un golfista común le pegaba más lejos a una pelota no quería decir que lo hiciera más derecho. Kostis menciona que el verdadero problema comenzó hace más de 50 años y penetró en la industria igual que la humedad.

Cortesía Pizá Golf Design

Robert Trent Jones, arquitecto norteamericano de campos de golf, tuvo la asignación de rediseñar el campo de Oakland Hills, en 1950, para hacerlo más difícil, precisamente después del comentario de Ben Hogan, tras ganar el abierto de Estados Unidos, donde enfatizó lo fácil que fue ganar, gracias a las condiciones favorables del campo.

A partir de ese comentario, los golfistas comenzaron a confundir la dificultad de un campo con su calidad. Incluso, Kostis comparte que las listas de popularidad que hoy en día se conocen como 'Los mejores campos' en ese entonces se promocionaban bajo el título de 'Los campos más difíciles'. Entonces se pensó que un campo de golf no podía ser bueno si no era difícil y de repente ya no fue suficiente disfrutar una ronda de golf en un buen campo.

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El golf dejó de ser deporte
Otro factor importante que comenzó en Estados Unidos durante la década de los sesenta fue la llegada de las comunidades maestras, en las que mezclaron campos de golf con complejos para vivienda. Durante este movimiento –y en la mayoría de los casos– el objetivo principal no era realmente diseñar o construir una buena cancha de golf, sino vender más lotes y casas, así que se les hizo fácil a los desarrolladores y vendedores proponer que se alargara el campo. Comenzaron a hacerlo no sólo dentro de la estrategia de Tee a Green, sino de Green al siguiente Tee. Con esto consiguieron meter más vivienda premium frente al golf y dieron paso irreversible al uso obligatorio de carritos, ya que los campos comenzaron a ser 'incaminables'. Olvidaron que el golf es un deporte y debe ser diseñado para caminarlo. A partir de ahí, el golf dejó de verse como un deporte y se percibió más como estatus.

Cortesía Pizá Golf Design

Durante los cuarenta y cincuenta, tanto en México como en Estados Unidos, un campo de golf se construía dentro de 40 hectáreas. Por ejemplo, los campos campestres que aún tenemos en cada ciudad regularmente se construían en menos de seis meses y costaban menos de 2 millones de dólares.  Hoy en día, un campo exige por lo menos 65 hectáreas, tarda 18 meses en promedio para construirlo y su costo no baja de 10 millones de dólares, además de que si no mide más de 7,000 yardas la gente no lo ve como ‘de campeonato’. Eso, gracias a los diseñadores célebres de la década de los ochenta y noventa. En esa época, la filosofía de "entre más difícil, es un mejor campo" estaba en pleno apogeo.

Pete Dye, renombrado diseñador mundial de campos de golf, terminó de darle el último empujón al fenómeno de la magestuosidad cuando diseño el PGA West, un proyecto en el que le comisionaron específicamente diseñar el campo de golf más difícil posible, debido a que los desarrolladores querían "hacer ruido".

Peter concluye –y coincido con él–, que culpar a la nueva tecnología en equipo y bastones, de que los campos sean más largos actualmente es una falta de perspectiva histórica por nuestra parte. Afortunadamente, el respeto por la naturaleza en los últimos cuatro años está forzando a retomar el diseño con consciencia, para que haya campos de golf 'caminables', más económicos, más cortos y más divertidos.

Cortesía Pizá Golf Design

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*El arquitecto Agustín Pizá cuenta con una maestría en Diseño de Campos de Golf de la Universidad de Edimburgo y es el único latinoamericano miembro del Instituto Europeo de Arquitectos de Golf. También funge como director creativo de Pizá Golf Design ( www.pizagolfdesign.com , @pizagolfdesign)

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Arquitectura

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