Sus grandes magnitudes no fueron casualidad. Al inicio, el par de arquitectos había planeado hacer un recinto más pequeño, pero México fue elegido para ser sede de la Copa Mundial de Fútbol de 1970, por lo que necesitaba un espacio de mayores dimensiones con una estructura excepcional.
Entonces el equipo responsable de hacer realidad el coloso creció. Participaron 10 arquitectos, 34 ingenieros, 115 técnicos y 800 obreros.
A pesar de que en el lugar se construyeron palcos y, como en la mayoría, distintos tipos de amenidades y comodidades dependiendo de las posibilidades económicas de quienes adquieren el boleto, “hay un elemento democrático, pues todos los espectadores ven con excelente isóptica”, dijo Pedro Ramírez Vázquez.
Las butacas se diseñaron para que el centro de la cancha se alejara 124 metros lineales de la fila más lejana y nueve metros de la más próxima.
Finalmente, el lugar fue concluido listo para albergar a 120,000 personas. Para su edificación, de 63,059 metros cuadrados, se usaron 100,000 toneladas de concreto, 8,000 de varilla y 1,200 de acero. Su costo rebasó los 200 millones de pesos. Es considerado el estadio más grande de América el cuarto en el mundo.
En los últimos años su capacidad se redujo a 87,000 debido a la colocación de pantallas gigantes en las tribunas y por diversas remodelaciones.
En abril de este año la administración del recinto informó sobre sus últimas modificaciones en favor de la ecología: renovó en totalidad su sistema de iluminación con tecnología que permite reducir a la mitad su consumo, recolectaron 1,802 kilos de materiales separados y reciclados, con lo que evitaron 189.7 toneladas de CO2 y salvaron 79 árboles.
También, al contar con el apoyo de empresas certificadas para el manejo de residuos, se enviaron 706,364 kilos de material orgánico a plantas de compostaje.
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