En la planta baja se encuentra un salón de movimiento, en donde se establecieron juegos que no tienen una forma correcta de usar; pasamanos, escalones, bancos, túneles y más, forman un ambiente en el que los pequeños pueden usar su imaginación para expresarse a través del uso de su cuerpo.
En el mismo nivel está el área administrativa, baños y recepción, en donde el material protagónico es la madera que combina con la estructura orgánica y curvada que predomina en el lugar —adecuada para los infantes—.
En el segundo piso se estableció un salón de clases con jardín, en donde también se puso mobiliario para jugar. En los dos niveles superiores se encuentran terrazas con vistas y una cancha para hacer deporte.
Aunque los pequeños son el eje principal que rigió el diseño, también se buscó mantener la armonía del lugar, por lo que el despacho Sulkin Askenazi decidió hacer a un lado la saturación de colores primarios que suele caracterizar a las escuelas, y decidió usar sólo el tono natural del ébano y roble blanco, además de un tono azul grisáceo. Todo inspirado en la cultura japonesa, describen los arquitectos.
Pero la palabra final la tenían los niños. Quienes más allá de hacer comentarios, aceptarían o rechazaran el uso del espacio. Por lo que, la inauguración de Nia School, fue la estrella en la frente para los encargados del proyecto; “ese fue mi momento favorito. Cuando empezaron a llegar los padres de familia con sus hijos y comenzaron a hacer uso de las instalaciones, vimos que tantas horas y tiempo de diseño fue bien logrado”, dice Jack Sulkin.
“Muchas veces con ellos no tienes una retroalimentación tan directa, pero verlos apropiándose del espacio, experimentándolo de la forma en que pensamos y no pensamos que lo iban a utilizar… los niños la mayoría de las veces se expresan con movimiento y fue mucha satisfacción ver a estos pequeños transitar, subir, escalar y trepar”, agrega Gabriel Askenazi.