Cuando tu casa habla de tu relación: la casa-estudio Diego Rivera y Frida Kahlo

La obra de Juan O’Gorman es icónica en la capital del país no sólo por haber sido hogar de los dos artistas —que además mantuvieron un atormentado matrimonio—sino por la peculiaridad de su organización y uso.

La edificaciones fueron planeadas para que la pareja viviera en el mismo terreno, pero cada uno con su estudio y su espacio para realizar actividades cotidianas, “vivían separados y las dos casas independientes solo se conectan por un puente en la parte alta”, de acuerdo a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

De acuerdo a historiadores, esto representa el tipo de relación que tenían los artistas, en la que abundaban los conflictos y las separaciones, pero también la necesidad de permanecer juntos. Así, como su originalidad, ya que destacó en una sociedad en donde las personas que eran pareja —principalmente matrimonio— vivían juntas.

La casa que era usada por Diego Rivera era más alta, ancha y con una estructura más compleja, mientras que el espacio de Kahlo era reducido y con una planeación sólo para hacer las actividades básicas.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), la obra fue edificada entre 1931 y 1932 y surgió como una de las principales construcciones funcionalistas en Latinoamérica. Aunque fue pensada para los dos, Frida Kahlo la habitaría sólo seis años, para después volver a la también famosa Casa Azul en Coyoacán, mientras que Rivera permaneció en ella durante 23 años, hasta su muerte.

El proyecto se compone por tres casas-estudio, un laboratorio de foto y una cochera y, de acuerdo a Google Arts & Culture, “estas moradas son ejemplo del funcionalismo de Le Corbusier, en el que quedó plasmada la máxima ‘el mínimo de gastos por el mínimo de esfuerzos’, síntesis de su producción ya clásica”.

Las edificaciones en apariencia son simples. La estructura se basa principalmente en dos prismas rectangulares —la de Diego Rivera con un techo dientado— con ventanas amplias, que dejan entrar sólo la luz necesaria, sin ornamentos ni mayor experimentación en la fachada principal. Además, los detalles estéticos de la obra, y que le dan características mexicanas, están implícitas en el mismo armazón.

“Incorporan elementos funcionalistas que se adaptan en varios casos al paisaje mexicano. Tal es el caso de los pilotes, esbeltas columnas que sostienen la estructura del primer nivel, el uso del concreto y casetones de barro cocido, instalaciones eléctricas y drenajes expuestos”, agrega Google.

La barda hecha de cactus también es característica del estilo funcionalista, ya que permite integrar el interior al exterior.

El espacio les sirvió a ambos para crear sus obras más reconocidas. En el caso de ella, pintó Lo que el agua me dió, El ojo avizor y el Difunto de Dimas, mientras que él hizo más de 3,000 piezas y resguardó su colección de arte y artesanías prehispánicas, apunta el INBAL.

Después de casi medio siglo sin la presencia de los artistas, el espacio fue restaurado a su diseño original y ahora puede ser recorrido como museo.