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Javier Senosiain, el rostro de la arquitectura orgánica en México

El arquitecto se ha especializado en las obras con estructuras curvas que se pueden encontrar en la naturaleza.
jue 11 abril 2024 05:30 AM
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La arquitectura orgánica de Javier Senosiain se compone de espacios curvos, similares a los que se encuentran en la natrualeza.

Cuando el arquitecto Javier Senosiain pone un lápiz sobre un papel para realizar el trazo de una obra nueva, su mano es movida por años de experiencia, una convicción que inició hace 40 años y miles de páginas leídas que forman parte de una investigación que lo han llevado a que el diseño orgánico le salga tan natural, como a lo que busca asemejarse.

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El principal exponente en México de esta filosofía de la arquitectura tiene como propósito hacer construcciones contra la dirección que ha guiado a las últimas décadas de la disciplina, y que se enfoca en crear proezas ingenieriles cada vez más artificiales y futuristas, para volver al origen de las cosas y acercarse a obras que parecen haber nacido de entre los arbustos.

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Javier Senosiain es el máximo exponente de la arquitectura orgánica en México.

Pero aunque sus proyectos inician, muchas veces, como un rayón fluido en una servilleta , su filosofía se ha consolidado a través de años de trabajo.

“En 1972, en la escuela se hacía el servicio social en un pueblo y de acuerdo con sus necesidades se proponía un tema. El mío fue un centro cultural y deportivo, para el que comencé a proyectar un espacio ortogonal. Pero me di cuenta que el deporte es muy fluido y cambié el concepto por espacios curvos, que pienso que son más humanos”, cuenta en entrevista Javier Senosiain.

Para llevarlo a la realidad, el arquitecto trabajó con varios materiales hasta encontrar un sistema con el que elaboró su primera casa orgánica con curvos totalmente curvos, como si con uno solo se hicieran todas las caras y el techo.

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El Nido de Quetzalcóatl es de las obras más famosas de Javier Senosiain.

“Iba al Instituto Mexicano del Cemento y Concreto a estudiar lo poco que había sobre ferrocemento. En aquél entonces había información en unas revistas que venían de India, Indonesia, China y Cuba, porque es en donde se hacía. También se comenzaba a experimentar en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y en la universidad, entonces iba a ver cómo se hacía”, cuenta.

Con la investigación en mano, comenzó su primera obra con un esqueleto de varilla formado “con malla de gallinero” en el interior y exterior. Después aplicó mortero de cemento y arena hasta llegar a cuatro centímetros de espesor. Así, inició un proyecto que buscaba simular caracoles, curvas, cúpulas y bóvedas, similares a la naturaleza. Ideas que habían surgido de múltiples viajes a todo el mundo para averiguar cómo hacer arquitectura orgánica.

Todo ese trabajo detrás de la construcción detonó en que cuando se estaba a mitad de la obra, Senosiain lanzó su libro Bioarquitectura: en busca de un espacio, en 1996, que le ayudó a consolidar su conocimiento, lo que hizo más sencillo terminar la primera casa y comenzar sus siguientes proyectos adaptados al humano.

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El origen y el humano

“Gaudí decía que la palabra ‘original’ viene de ‘origen’, por lo que ser original es ir al origen de las cosas. Con la arquitectura orgánica busca ir a la idea más profunda del espacio, ya sea consciente o inconsciente. Y este es el vientre materno”, dice el arquitecto.

“Si nos ponemos en el lugar del futuro bebé, es un espacio abridor en penumbras, sin ruidos, como los astronautas flotando en el espacio o como en un jacuzzi con recirculación de aguas constantes que arrullan por el movimiento corpóreo de nuestra madre y por el ritmo cardíaco y de su respiración”, continúa Senosiain.

Pero después, esta tranquilidad que parecía inmutable se ve interrumpida por el nacimiento, en el que se sale a un espacio totalmente iluminado con múltiples estímulos que se tranquilizan hasta que se vuelve a estar en los brazos de la madre o el padre, quienes acunan, apapachan y mueven, para volver a sentir ese vaivén. O en las cunas, hamacas y mecedoras, que resultan calmantes para el ser humano durante toda su vida.

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La Casa Orgánica de Javier Senosiain fue la obra pionera en el uso de los muros curvos creados con ferrocemento.

“Por otro lado, la línea recta casi no existe en la naturaleza, al menos en el reino animal ni vegetal. Fuera, tampoco. El horizonte es curvado por la gravedad, todo gira en espiral, hasta el ADN”, agrega el arquitecto.

Incluso, las guaridas de los animales ya sea en tierra o agua, se amoldan a su cuerpo siempre de manera curva, ya sea en huecos bajo la tierra o formados con ramas sobre los árboles.

Para el arquitecto, lo natural para el ser humano es crear espacios que cumplan estas características. Además, las construcciones suelen ser más resistentes, ya que cumplen con el inicio del cascarón de huevo, apunta, y se usa menos material al tener un perímetro más reducido.

Algunas de las obras que ha construido bajo esta filosofía son La Casa Orgánica, La Serpiente, El Tiburón, Casa Flor, Ballena Mexicana, Conjunto Satélite, Nido de Quetzalcóatl y al menos 15 más.

Actualmente, Senosiain trabaja en un libro sobre la arquitectura orgánica y en la segunda etapa del Nido de Quetzalcóatl, un proyecto a largo plazo.

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Los espacios curvos son los que brindan mayor confort a los seres humanos, considera el arquitecto.

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