La colonia Condesa, en la alcaldía Cuauhtémoc, es famosa a nivel mundial. Su infraestructura, servicios y arquitectura han atraído a personas de todo el mundo que han establecido sus residencias temporales o permanentes ahí. Pero el panorama no es solamente color rosa. El encarecimiento de la vivienda y del estilo de vida ha desplazado a los locales. El precio de renta promedio por departamento a finales del año pasado fue de 54,882 pesos al mes.
Así era la colonia Condesa de CDMX antes de la gentrificación
Pero la zona no siempre fue así. Antes era una miscelánea de construcciones, clases sociales y tipologías de inmuebles que se construyó poco a poco. Su origen fue en 1902, cuando los territorios colindantes a la colonia Roma, su antecesora, y pertenecientes a la hacienda Condesa Miravalle, se comenzaron a fraccionar.
“El origen de las personas de esta expansión radicaban la mayoría en el Centro Histórico de la Ciudad de México, y que ven en estos nuevos fraccionamientos el progreso, la innovación, construcciones más modernas, con nuevos servicios e instalaciones de las que el Centro carecía”, comenta María Bustamante Harfusch, arquitecta fundadora de FundarqMx.
Al haber sido una ampliación planeada, hubo la oportunidad de crear las zonas arboladas que la caracterizan en la actualidad. En la colonia Hipódromo, el urbanista José Luis Cuevas hizo un trazado inspirado en Ciudad Jardín, en donde se tenía el criterio de dejar 40% del territorio en espacios verdes. De ahí, las jardineras de la avenida Ámsterdam o la creación del Parque España.
Las edificaciones se dieron de manera paulatina, en distintas etapas de la historia de la capital. De ahí la diversidad de estilos arquitectónicos que todavía se pueden ver. “A lo largo de las décadas podemos ver casas muy porfirianas, casi mansiones en algunas de ellas. Pero también podemos encontrar casas casi obreras, que se empiezan a dar después de la Revolución, y a una escala mucho más pequeña, para los trabajadores”, agrega la especialista.
Aunque en un inicio su vocación fue residencial, al estar lejos del centro de la ciudad, en donde se concentraba la oferta comercial, se fue abasteciendo de espacio de servicios de todo tipo. Desde sastres y zapateros hasta abarrotes y arreglos de muñecas, algunos de ellos aún presentes.
Esta mezcla de oferta de servicios, así como su ubicación, hizo que los ojos de inversionistas y de población con más poder adquisitivo se pusieran en ella. Conforme inició el segundo milenio, las fondas fueron sustituidas por restaurantes, las zapaterías por cafeterías y las tiendas de abarrotes por espacios de venta de lámparas de diseño, cuenta María Bustamante. “Al inicio era muy sutil y con usos quizás muy favorables, pero después sí se sintió un cambió muy fuerte de desplazamiento de los habitantes originales”, agregó.
La transformación se reforzó después del sismo de 2017 que si bien afectó los inmuebles de la zona en gravedad, también le dio una nueva vida con mayor vaporización de las propiedades urbanas y arquitectónicas.