En zonas en donde el hacinamiento es alto, la desigualdad del ingreso es enorme y no hay equipamiento básico para las viviendas, las ciudades post-covid se tienen que abordar de manera distinta.
Vivir de esta manera genera problemas psicoemocionales, aumenta niveles de violencia intrafamiliar y fuerza a los habitantes de barrios populares a salir al espacio público para tener acceso a bienes esenciales dice Melina Nacke, coordinadora de Ciudades del centro de políticas públicas Cippec, en Buenos Aires.
Un ejemplo son las favelas en Brasil, en donde las casas son frágiles y están apretadas en las laderas. “Hay una población que vive menos, se traslada más en transporte público, trabaja más horas, come mal y, por lo tanto, es más vulnerable. Esto es producto de ciudades con un modelo históricamente perverso”, dice Patrick Carvalho, secretario de políticas públicas de la Federación Nacional de Arquitectos y Urbanistas brasileños.
Aunque resolver este tipo de problemáticas lleva tiempo, hay acciones que pueden tener un impacto positivo inmediato. En Argentina y Uruguay se trabaja en fortalecer la comunicación a través de líderes comunitarios, dar refugio a los adultos mayores, proveer dispositivos para la educación a distancia y dar oportunidades laborales para promover un aislamiento positivo, explica Verónica Adler.