El complejo tiene un Área Bruta Rentable (ABR) de 74,912 metros cuadrados, distribuidos en una explanada que, además, alberga a una zona de venta de productos creados por artesanos locales.
Cuenta con una caja de bateo, go karts, golfito, trampolines, atracciones infantiles, juegos de realidad aumentada y paredes de escalar.
Gicsa realizó la apuesta en medio de un panorama en el que, a causa de la pandemia, la venta en lugares físicos cayó por los medios de contagio, y la tendencia de las ventas por internet creció.
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En la Ciudad de México, uno de los mercados comerciales más fuerte, 34% de la demanda de locales cayó, mientras que dentro de las plazas 335 espacios cerraron entre abril y septiembre, indican datos de Lamudi.
Pero su propuesta, iniciada en el 2018, considera ir más allá de las ventas y beneficiar a la experiencia, elemento con el que no se puede contar en las compras a través de la pantalla. Visión con la que coincide Javier Sordo Madaleno, quien durante la pandemia amplió Plaza Satélite y creó la azotea verde más grande del mundo.
“No cambia nunca el tocar la tela, pasear un rato y comprar. Aprovechar para ir a comer con un amigo y luego con una amiga, con tu pareja o con tu familia”
dijo en entrevista con Obras y Expansión en noviembre.
Por lo que, aunque durante la contingencia sanitaria, reunir a personas en sitios de entretenimiento es una de las actividades a evitar, la transformación de los espacios puede ser la salvación para los centros comerciales que han perdido empuje.