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Este lugar del Edomex es el primero en buscar huella ambiental positiva en AL

Reserva Santa Fe es el único proyecto en América Latina en busca de la certificación Living Community Challenge.
lun 15 abril 2024 05:29 AM
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El proyecto Reserva Santa Fe se diseña y construye con base en el Living Community Challenge.

La huella del ser humano en la tierra es inevitable. Las construcciones que realiza, su tránsito y el consumo de recursos es hasta medible. De acuerdo con el gobierno de México, cada ser humano deja su marca en 2.7 hectáreas; sin embargo, el planeta es capaz de otorgar a cada uno de sus habitantes 1.8 hectáreas, declaró el World Economic Forum en 2012.

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En todos los sectores se ha buscado que esta presencia en el medioambiente sea cada vez menos perjudicial. Incluso, ya existen iniciativas que buscan ir un paso más adelante y hacer que la presencia de las personas en los entornos naturales aporte a dejar el lugar mejor de lo que lo encontraron.

La Living Community Challenge es un ejemplo. Se trata de una certificación del Instituto Internacional del Futuro Vivo que busca planear, diseñar y construir comunidades (no sólo edificios) con la premisa de tener una relación simbiótica entre las personas y todos los aspectos construidos en el entorno. “El programa es un llamado a la acción para gobiernos, campus, planificadores, desarrolladores y grupos de vecinos para crear comunidades que estén tan conectadas y hermosas como un bosque”, dice en su página web.

En Latinoamérica sólo hay un proyecto inmobiliario que ha buscado seguir los pasos para lograr la acreditación: Reserva Santa Fe, ubicado en el Estado de México, cerca de la capital del país, en terrenos que en el pasado fueron ejidos y que parecían haber quedado inutilizables en términos ecológicos debido a la explotación del suelo por su uso agrícola en décadas anteriores, la tala clandestina y el uso de la zona como basurero.

La reserva

Reserva Santa Fe es un proyecto particular no sólo por la búsqueda de la certificación, sino por el modelo de comercialización, ya que se trata de un desarrollo que, por el momento, no vende inmuebles, sino la promesa de que el entorno de ellos será armonioso y sustentable.

Se trata de 197 hectáreas en el Valle de México en las que 110 se quedarán siendo sólo bosque, 42 se destinarán a lotes unifamiliares (aunque no se podrá construir en toda la superficie), 18 hectáreas serán para townhouses y condominios residenciales en otras etapas del proyecto y 27 más serán amenidades.

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El Living Community Challenge se compone de cinco pétalos que van desde lugar hasta energía.

El proyecto se basa en la creación de estas amenidades, la seguridad y el ordenamiento de la comunidad, además del planteamiento de las reglas de operación de los futuros habitantes. Para los compradores (que desarrollarán su propia vivienda) ponen una serie de requisitos y compromisos en la construcción de su inmueble, así como en la convivencia en el espacio, para que la huella en el terreno sea positiva.

Una mejor huella

El certificado tiene una serie de pasos a seguir para asegurarse que no sólo el desarrollo que se instale en la zona a tratar sea beneficioso, sino que la interacción futura y su crecimiento también lo sean. Estos, llamados “pétalos”, son lugar, agua, energía, salud y felicidad, materiales, equidad, y belleza.

Dentro de cada uno hay lineamientos más específicos que se deben seguir, para cumplir objetivos que van desde la generación neta positiva del agua y energía, hasta el acceso universal en la comunidad.

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Martín Gutiérrez Lacayo, especialista en derecho ambiental y director de Sostenibilidad de Reserva Santa Fe, comenta que la visión de cuidado del medioambiente en el lugar comenzó en 1990, antes de que existiera la certificación, ya que querían conocer el estado ecológico de la zona y la manera de regenerarla.

Con el diagnóstico y estudios a lo largo de los años, fue entre 2010 y 2020 cuando, de manera indirecta, se comenzaron a realizar acciones parte del Living Community Challenge.

“Se realizaron dos estudios globales que nos llevaron a establecer cuál es la capacidad de carga máxima del ecosistema para poder tener familias viviendo sin dañar significativamente la dinámica evolutiva de las especies. Eso nos llevó a ubicar a 500 familias, no más, en el desarrollo, a pesar de que las autorizaciones y permisos nos dejan 2,500 casas habitación”, cuenta el especialista.

Este límite en la construcción dio una base sólida para comenzar a desarrollar el pétalo de lugar (place), que a su vez funciona como cimiento para el resto. El primer paso de todos fue establecer un programa de adaptación y generación, instalado formalmente en 2016, que les pedía un hábitat de referencia para tener un ecosistema similar que funcione para comparar cómo sería el lugar en el que se va a establecer la comunidad si nunca hubiera sido dañado.

“Ese lugar físico existente es el que se quiere alcanzar con las acciones de regeneración. Y sí existe. Para nosotros es un espacio que está ubicado dentro de la misma altura en donde nos encontramos y que forma parte del núcleo del área protegida de la Marquesa. La zona más densa metida hacia el bosque, a unos 22 kilómetros de la reserva”, especifica Martín Gutiérrez.

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Reserva Santa Fe

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Con este lugar en mente se comenzó a trazar un plan para que con todo y el desarrollo construido, Reserva Santa Fe se asemejara en recursos al área natural. La metodología que se usa actualmente para lograrlo se llama Rueda de Recuperación Ecológica, que sirve para medir los resultados a lo largo del tiempo con base en el diseño de los programas y el hábitat de referencia.

Uno de los elementos principales en este proceso, principalmente este 2024 en el que la escasez del agua en el Valle de México ha llevado a niveles críticos, es la gestión de este líquido. El experto cuenta que los ejidatarios que trabajaban las tierras abandonaron su uso agrícola después de una fragmentación de los mantos freáticos de la zona después de echar a andar el segundo túnel Analco-San José del Cutzamala, por lo que era importante no pensar sólo en el ahorro y reúso, sino en su generación y recuperación del agua corriente.

“En Reserva Santa Fe hay tres estaciones de monitoreo climático para efecto de medir cuáles eran los principales elementos de precipitación, humedad, viento, insolación y demás, en tres zonas distintas, para tener datos concretos de cuánta actividad se había realizado y cuánta agua podríamos captar en el desarrollo. Esto nos llevó a desarrollar un programa de captación, almacenaje e infiltración directo al manto freático. En reserva vas a encontrar una serie de lagos, pero los lagos tienen una función de ollas de captación de agua”, dice Martín Gutiérrez.

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