La desarrolladoras privadas también adoptan este concepto no solo por los beneficios que aporta a la población que los habita, sino también por dos razones estratégicas: concentrar una mayor cantidad de personas en pocos metros cuadrados resulta financieramente conveniente e incluir equipamiento dentro de los propios inmuebles permite ubicar los desarrollos en zonas donde el entorno carece de servicios completos y, en consecuencia, el suelo es más económico.
Del funcionalismo a la vida en comunidad
El modelo de vivienda en conjunto se mantiene vigente porque los problemas que buscaba resolver siguen presentes.
Mariana Borja, coordinadora del Laboratorio de Vivienda de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explica que las primeras unidades se alzaron con la llegada del funcionalismo y la urgencia de alojar a más familias en menos suelo, sin sacrificar condiciones básicas.
“Se puede meter a más población en terrenos pequeños y en zonas de la ciudad, dotarla de iluminación, de ventilación, de espacios ajardinados”, señala.
De esa lógica surgieron proyectos pioneros como el Multifamiliar Tlalpan, el Centro Urbano Presidente Miguel Alemán, la unidad Jardín Balbuena o la Modelo, pensados para contener la expansión de la ciudad y ofrecer vivienda accesible en lugares céntricos.
Los espacios sirvieron para algo más que para albergar a sus habitantes. Desde AmasA Estudio, que trabajó en la intervención para mejora de espacios comunes en las primeras tres unidades habitacionales impulsadas por el Infonavit en la década de los setenta, la de Iztacalco, CTM Culhuacán y Santa Fe, las áreas abiertas son también espacios de uso para las comunidades colindantes.
En la Unidad Infonavit de Iztacalco, por ejemplo, el parque central recibe a usuarios de dentro y fuera del conjunto, lo que refuerza su uso cotidiano y lo mantiene en buen estado.
En Culhuacán, las canchas y áreas verdes se saturan en horarios escolares, lo que demuestra que los espacios funcionan como extensión del barrio y no solo como equipamiento interno.
Esta dinámica evidencia que las unidades se convierten en infraestructura comunitaria con impacto en su entorno inmediato, lo que plantea la necesidad de acompañarlas con reglas de gestión que reconozcan esa doble condición.
Pero con el tiempo, desarrollos de cientos de viviendas con canchas, áreas verdes, tiendas y hasta escuelas, cambiaron: los primeros tenían menos estacionamiento y más espacio libre, las etapas posteriores se expandieron hacia la periferia con densidades más bajas.
Hoy, según cálculos del Laboratorio de Vivienda, los conjuntos representan alrededor del 20% del parque habitacional metropolitano. Un número que revela su peso en la ciudad, pero también el tamaño del reto para mantenerlos vivos.
Datos del gobierno de la Ciudad de México indican que en la actualidad hay 11,200 unidades en donde viven 3.6 millones de personas.
En la actualidad, empresas de administración condominial confirman que la fórmula no ha perdido vigencia. El gobierno federal y los desarrolladores privados la retoman bajo un nuevo rostro, más vertical y con mezcla de usos.
Las unidades se ajustan a nuevas formas sin perder sentido urbano. Mariana Borja explica que su lógica parte del costo del suelo y de la necesidad de acercar vivienda a infraestructura, empleo y servicios.
“Requerimos gastar menos en suelo y acomodar más gente dentro de este”, dice, al recordar que la tipología surge para “meter a más población en terrenos pequeños y en zonas de la ciudad”, con ventilación, iluminación y áreas comunes.
Estos espacios comunes, comercializados en el segmento medio y residencial como amenidades, son convenientes además por aumentar el valor del inmueble.
De acuerdo con Propiedades.com, la existencia de un roof garden (espacio de recreación en el techo de los edificios) eleva el costo de una unidad hasta en 20% en comparación con las que no lo tienen. En el caso de los desarrollos con albercas el precio puede crecer hasta 30%.
De acuerdo con ComunidadFeliz el precio promedio por inmuebles dentro de estos desarrollos es de 3 millones de pesos, pero considera que a futuro el valor bajará.
“Se les va a dar mayores beneficios a proyectos con paneles solares, captación de agua y eficiencia energética”, señala, además de integrar servicios en vertical como hospitales, súpermercados y escuelas bajo el objetivo de “ciudades de 15 minutos”.