Nuestras ciudades están en crisis; se mueven con grandes dificultades como si sufrieran de artritis y de exceso de colesterol malo, pero seguimos promoviendo el coche y no el transporte público y al peatón. Emiten crecientes cantidades de gases de efecto invernadero a la atmósfera con la paradoja que para vivir nos estamos envenenando. Cada día, más ciudades se calientan más, haciendo del calor extremo la mayor causa de fallecimientos relacionados con las catástrofes ambientales; cada día nos segregamos más y perdemos el interés por nuestras comunidades.
31 de octubre: Día Mundial de las Ciudades
Y cada día se toman decisiones que dejan que las cosas se sigan agudizando, como si el cerebro colectivo de las ciudades estuviera atrofiado. Seguimos poniendo las casas lejos de los empleos, de las escuelas y de los centros de salud, obligando a la gente a moverse cada vez más en coche ante la insuficiencia o la baja calidad del transporte público. En lugar de reverdecer las calles, las plazas y los parques, limpiamos de biodiversidad los terrenos para nuevos “desarrollos” y dejamos para después la recuperación y creación de espacios públicos.
Un lugar común es no culpar a nadie, bajo el principio de que todos somos responsables de estas crisis, pero algunos son más responsables que otros y hay que decirlo:
La deshumanización de los mercados. Todo en las ciudades se vende, hasta el aire limpio y el paisaje; la especulación inmoderada con los terrenos y la urbanización descontrolada que están llevando a muchas ciudades a caminos sin retorno y a sus entornos rurales al colapso.
La política, los políticos y las políticas (casi) siempre caminan detrás de los mercados y con menores capacidades para orientarlos y controlar sus excesos; tienen poca idea, compromiso y recursos para ACTUAR y TRANSFORMAR los barrios, las colonias y los asentamientos, para avanzar hacia un “Buen Vivir” y para la sostenibilidad ambiental.
¿Y la sociedad? Para las mayorías, cada día hay menos espacio para ejercer la ciudadanía y los derechos: a la “Ciudad” a la “Vivienda Adecuada”, y como crónica anunciada, pasamos a ser clientes y a vivir solo donde podemos pagar. Los que tienen, en condominios cerrados y en las mejores localizaciones; los que no tienen, en los lugares que el resto de la sociedad les deja: sin calidad de vida y con riesgos. Para muchos, pareciera que vivir en ciudad es un destino fatal y no un proyecto de vida.
De acuerdo con ONU-Hábitat, 70% de la población mundial vivirá en ciudades en 2050 y en México será mayor al 80%. En las últimas dos décadas, buena parte de nuestras ciudades crecieron territorialmente varias veces más que la población; el crecimiento anual del número de automóviles ha sido del orden de 7%y de más de 15% el de las motocicletas; el resultado de estos procesos son ciudades dispersas, segregadas e insostenibles.
¿Qué hacer?
Como en muchas ciudades que están entendiendo el significado de lo que está ocurriendo y lo que las tendencias nos avizoran, el camino es, primero, reconocer lo que está pasando en nuestro entorno urbano, analizarlo con evidencias, dialogarlo, debatirlo, comunicarlo, compartirlo; proponer y recuperar las propuestas y las buenas prácticas de quienes están avanzando en México (y en otras latitudes): gobiernos municipales, empresas, organizaciones sociales, academia.
Y dar pasos a la ACCIÓN que transforme para bien, que sea participativa y corresponsable, que se sustente en la reflexión y en la planificación.
Me parece lo mejor para celebrar a mi ciudad, y a las ciudades, en su Día Mundial y en los 364 días siguientes.
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Nota del editor: Alfonso Iracheta Cenecorta es mexicano, arquitecto, MPhil y Doctor en Planificación Territorial. Ha coordinado más de 100 estudios y planes territoriales y publicado 39 libros. Fue miembro del Consejo Global Asesor de ONU-H, fundador de la hoy Facultad de Planeación Urbana y Regional de la UAEMex y Presidente de El Colegio Mexiquense, del que es actualmente investigador. Es Director de Centro EURE y consultor nacional internacional. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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