Aunque el concepto de ciudad saludable no es nuevo, con COVID-19 toma mayor relevancia en el análisis y las propuestas de varios especialistas, quienes coinciden con que su construcción no consiste solamente en realizar estrategias de promoción de salud, sino en diseñar y aplicar estrategias urbanas enfocadas a garantizar una calidad de vida óptima.
Además de la distribución equitativa de hospitales, clínicas y centros de salud, una ciudad sana requiere infraestructura hídrica que fomente la recarga y el tratamiento de agua, el correcto manejo de residuos sólidos enfocado a su reuso y reciclaje, la generación de energía que contribuya a disminuir el impacto del cambio climático, la protección de áreas naturales y una distribución de equipamiento urbano que privilegie la movilidad sustentable, argumenta Luis Rubén Hernández, director general del Instituto Intermunicipal Metropolitano para la Planeación del Desarrollo Integral Sustentable de las Montañas de Veracruz (Impladis).