Esto, aunado a la posibilidad de trabajar en casa y mantener conexión con las personas a través de internet, ha provocado la migración de las personas a zonas no tan urbanizadas en donde puedan desprenderse de los problemas que contienen las grandes ciudades. Pero, cuando pase la pandemia, ¿las personas volverán a vivir en las urbes más populares? Para Alex Krieger, catedrático de diseño urbano en Harvard, la respuesta es sí.
“Vivir en una ciudad tiene ventajas que no se pueden reproducir con software digital. Los días llenos de llamadas de Zoom y compras en línea no son un reemplazo adecuado. Las instituciones y economías globales de hoy avanzan con un sesgo metropolitano, impulsado por la concentración de talento con mentalidad innovadora y celo empresarial”, dice el académico en un artículo publicado para la Graduate School of Design de Harvard.
Sin embargo, no serán inmunes a la transformación mundial. La estructura de las metrópolis puede cambiar para bien al identificar los problemas que hoy han agravado la contingencia sanitaria, como ha sucedido con otras crisis desde la revolución industrial, cuando la miseria desatada por la urbanización desorganizada impulsó a los barrios ajardinados.
Krieger pronostica que debido a la movilidad de las personas la densidad de las ciudades se reducirá, pero se mantendrá cierta popularidad debido a la cercanía de los espacios de trabajo con la vivienda y lugares de recreación, “se están revelando las deficiencias de la vida atada sólo a los monitores del hogar”, apunta el experto.
Organizaciones como WRI México y ONU Hábitat también consideran que la vida en las ciudades permanecerá, pero con modificaciones, e instan a gobiernos y al sector privado a aprovechar estos cambios para crear urbes más organizadas y con más beneficios a la población.
Algunas de estas configuraciones son la creación de barrios en donde todos los servicios estén a 15 minutos de distancia para evitar que las personas se movilicen grandes distancias. También consideran que se debe desincentivar el uso del automóvil y otros transportes motorizados, además de la creación de espacios flexibles para trabajar y hacer otras actividades.
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