En el caso de la terminal aérea, que se espera su inauguración en marzo de 2022, hubo inconsistencias en la Manifestación de Impacto Ambiental Regional (MIA-R) realizada por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en 2019, y que después fue aprobada por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).
El trabajo de la institución era recolectar información sobre la influencia del proyecto a la biodiversidad y medio ambiente de las zonas en donde tendrá impacto, sin embargo, su metodología fue insuficiente, señaló la ASF. “Cuando la UNAM recolectó información sobre el estado que guarda la biodiversidad mediante la investigación bibliográfica y aplicó técnicas de muestreo, careció de estudios ambientales que sustenten que la información vertida en la MIA-R”.
En la auditoría realizada, se observó que la metodología de muestreo utilizada no fue adecuada, ya que careció de una planificación y diseño apropiado, por lo que la información recolectada fueron sólo estimaciones que no permite obtener información precisa, que permita identificar y valorar todos los impactos ambientales del AIFA.
Asimismo, la información sobre los rasgos fisiográficos fue poca, lo que no permite identificar cuencas hidrológicas —en donde se acumula el agua de lluvia— sobresalientes próximas al proyecto, aun cuando en la zona hay corrientes de agua cercanas a la obra.
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La Auditoría además señaló que en la MIA-R no se consideraron los proyectos que servirán para conectar al AIFA con la Ciudad de México y el Estado de México, y que también tendrán impacto ambiental.
“Del universo de impactos ambientales, el 41.0% (32) no cuenta con una estructura que le permita identificar la causa y efecto y el 20.5% (16) no puede considerarse como impactos, ya que describen actividades; adicionalmente, del 62.8% (49) se desconoce el tipo de impacto; asimismo, de las 36 medidas diseñadas, el 52.7% (19) está encaminada a la prevención y el 38.8% a compensar”.