Invertir en bienes raíces ya no implica ser propietario único de un departamento o una casa: ahora es posible ser dueño de una fracción de un inmueble en México, en Estados Unidos o incluso en Dubái, desde 500 pesos o mil dólares. El cambio no solo responde a la digitalización de los servicios financieros, sino también a la necesidad de esquemas más accesibles.
Durante décadas el ladrillo fue sinónimo de estabilidad financiera. Comprar una propiedad para rentarla o revenderla era visto como una apuesta segura, incluso por encima de instrumentos bursátiles. Hoy, sin embargo, adquirir una vivienda completa implica una inversión millonaria, años de hipoteca, trámites notariales y largos periodos de espera para recuperar lo invertido.
El mercado responde con nuevas alternativas: inversiones fraccionadas, plataformas digitales, esquemas de copropiedad y fondos especializados que prometen diversificación, menores barreras de entrada y mayor liquidez.