Comencemos por la gentrificación. Este fenómeno ha transformado colonias que antes eran accesibles en zonas exclusivas, donde los precios están completamente fuera del alcance de las personas que solían vivir ahí de modo que se ven obligados a mudarse.
Luego, están las plataformas de alquiler vacacional, que en CDMX han tenido un impacto particularmente devastador. Esto debido a que muchos propietarios prefieren alquilar sus viviendas a turistas que están dispuestos a pagar precios muy altos por estadías cortas. Lo paradójico es que, aunque beneficia a los dueños, despoja a los residentes de la posibilidad de conservar su hogar.
Por si eso fuera poco, también están los nómadas digitales, cuya presencia en la ciudad ha disparado los precios de manera descontrolada en zonas como Polanco, Condesa y Roma. En principio, podría parecer que este es solo un efecto de la ley de oferta y demanda, pero se vuelve problemático cuando el aumento de precios hace que tener un lugar donde vivir sea un privilegio.
“Caldo de cultivo” para el fraude
Este escenario se ha convertido en “caldo de cultivo” para el fraude inmobiliario. Con los precios de la vivienda por las nubes y la creciente demanda, muchas personas caen en las manos de quienes buscan aprovecharse de su desesperación o de su falta de conocimiento sobre el mercado inmobiliario.
¿Cómo se cometen estas estafas? Las más comunes incluyen la suplantación de identidad, donde alguien se hace pasar por el propietario de un inmueble y cobra una renta o depósito antes de desaparecer. Otra modalidad es la venta de propiedades que no existen o que están en proceso de embargo. También hay casos donde las viviendas son ofrecidas por montos irrealmente bajos, lo que debería ser una llamada de alerta, pero la urgencia y la falta de alternativas hacen que muchos caigan en la trampa.
Olvidan revisar a fondo la legalidad de los documentos o validar la identidad de la persona con la que están a punto de cerrar un trato; quieren que el proceso sea rápido para no perder la oportunidad de asegurar un lugar, lo que los lleva a tomar decisiones impulsivas, sin reparar en que están a punto de ser víctimas de una estafa.
Otra razón es la falta de educación financiera. Muy pocas personas saben qué documentos deben pedir y cómo verificar la autenticidad de un contrato de alquiler o compra-venta. Esto deja a muchos vulnerables ante estafadores que se presentan con documentos falsos pero aparentemente legítimos.
Las soluciones a estas estafas no son fáciles, pero hay medidas concretas que se pueden implementar. Para empezar, se necesita un mercado más regulado. La creación de una base de datos pública donde se pueda verificar la autenticidad de los propietarios y de las propiedades puede ser un gran paso.